Deportes | 13 Jun Los hinchas de Peñarol sacan las cuentas: si los socios compraron en la venta previa y exclusiva para ellos unas 45.000 entradas, y se les brindarán unas 4.500 a los brasileños, no pueden perder el tiempo si quieren quedarse con uno de los preciados boletos para ver, el próximo miércoles y en el Estadio Centenario, la primera final de la Libertadores ante el Santos.
Por eso, en todo el país son muchos los que durmieron frente a las puertas de los locales Abitab, punto exclusivo de venta de los boletos, teniendo en cuenta que hoy se abre la venta al público en general. Claro está, con poca disponibilidad.
Y Paysandú no es la excepción. Anoche, Favio Fontora (38), estaba apostado frente al Abitab de 18 de Julio entre Vizconde de Mauá y José Pedro Varela, para pasar la noche a la espera de poder comprar su entrada. “Por Peñarol hago lo que sea. Mi señora me está llamando por teléfono para que vaya a dormir y vuelva de mañana, pero va a estar complicado para conseguir entradas, así que me quedo acá”, dijo. Con su camiseta de Peñarol esperaba en el auto, aunque por las dudas llevó “una silla playera por si había mucha gente”. Pero, al menos sobre la medianoche, era el único hincha carbonero que esperaba frente a la puerta de la sucursal.
Fontora sacaba cuentas de cuántos locales Abitab hay en el país, cuántas ventanillas de atención al público tenía cada una, por lo que estimaba que las entradas se irían en una hora. Y seguramente tenía razón.
“Estoy de licencia, así que no lo dudé y me vine. Pensé en irme a Quebracho para poder asegurarme la entrada, pero finalmente preferí quedarme acá, pasar la noche frente al local, y ser el primero. Espero tener suerte”, dijo.
Este fanático de Peñarol aseguró que no se perderá el partido. “No pude ir a Buenos Aires, tampoco a Chile, y tengo ganas de ir a Brasil. Pero primero quiero ver esta final.
Sé que es complicado, porque en todo el país están esperando comprar las pocas entradas que quedan. Quizás me quedo sin la mía, pero por lo menos habré hecho el esfuerzo”, dijo mientras era observado como “bicho” raro por los pocos transeúntes que, a esa hora y desafiando al frío, pasaban a su lado.