Paysandú, Sábado 18 de Junio de 2011
Locales | 12 Jun Sr. Director:
Desde ya muchísimas gracias por permitir que me exprese en tan prestigioso diario, el cual usted dirige, y que es leído allende las fronteras de Paysandú. Soy de las personas que piensan y alientan a tener metas y objetivos claros, precisos; luchar por ellos con tesón y empeño; sin que ello signifique dejar por el camino principios que nos son tan caros como necesarios para el futuro de los hombres del mañana... ¡Nuestros hijos! En definitiva para nuestras vidas, en lo cotidiano, en la convivencia laboral y social, en el respeto que nos debemos a nosotros mismos, para poder exigir ser respetados.
El domingo 5 de junio en la pagina 15 (Cortocircuitos), una señora (que no se identifica) efectúa declaraciones absolutamente falsas. Manifiesta que “hacía un mes nos chocaron el auto, por tener roto el radiador no circula y desde ese momento estamos esperando que vengan del BSE a vernos el auto”.
Manifiesto el gran orgullo que me embarga por pertenecer a una institución que precisamente este 27 de diciembre cumple 100 años. Que está compuesta por hombres y mujeres que trabajan y pelean por hacer cada día lo mejor y dar lo mejor de sí mismos. ¿Que hay cosas para mejorar? ¡Muchísimas! Y en eso estamos, todos los días y a todas las horas.
Aun cuando la señora no se identifica, yo sí tengo absolutamente identificado el vehículo. La denuncia de ese siniestro y la solicitud para que fuera inspeccionado fue ingresada el jueves 12, alrededor de las 17. Concurrí el lunes 16 de mayo a la dirección solicitada, taller donde supuestamente se encontraría el vehículo a inspeccionar. ¡El mismo no se encontraba!
Es así que devuelvo el expediente a la administración, dejando constancia de que el vehículo no se encontraba. El 19 de mayo fue solicitado por el Sr. tallerista que concurriéramos a su taller, que ahora sí estaba el coche. El 20 de mayo se realiza la tasación con sus respectivas fotos. Lamentablemente a partir del 23 de mayo padecí de una seria infección en la garganta con fiebre de más de 39 grados de temperatura, por lo que fui certificada por 5 cinco días. A mi reintegro se continuó con la mayor premura (y con la colaboración de mis compañeros) la terminación de los expedientes que a causa de mi enfermedad sufrieron un leve pero retraso al fin.
Deseo expresar mi dolor por este tipo de conductas anónimas, que tanto daño causan, directos y colaterales. Pues en el BSE trabajamos un grupo de personas: arquitectos, abogados, escribanos, médicos, ingenieros, maestros, profesores, administrativos y un montón de etcéteras, que aman lo que hacen, y hacen lo que aman. Por lo tanto ninguno de ellos merece que se empañen sus trayectorias con anónimas mentiras. Todos lo expuesto en esta nota, está documentado y a su disposición. Esta nota es absolutamente personal.
María de los Angeles Márquez. C.I. 1.259.002-9.
Solicitada
Lo que deseo expresar aquí, ejerciendo mi derecho de ciudadana y de sanducera en particular, gracias a la generosidad de nuestro prestigioso y centenario Diario EL TELEGRAFO, va a ser reiterativo. Somos muchas las personas que pensamos en forma similar, pero no podemos hacer nada. No somos una organización que puede presentar sus planteos ante las correspondientes autoridades.
Nací en esta histórica ciudad y asistí a escuela pública, hasta mediados de 1943, cuando por varios motivos nos mudamos a Montevideo. Tuve el privilegio de vivir una época en que la educación era realmente eso: educación en todo el sentido de la palabra. Se nos enseñaba algo más que números y letras, geografía e historia (oficial, por supuesto); nos enseñaban comportamiento, respeto, trato a los mayores, solidaridad, todo dentro del más profundo laicismo.
Lo único que lamento es que dentro de la historia, no se nos enseñó entonces cuánta importancia tenía nuestro departamento en el devenir histórico del país y la importancia que tenía en la gesta artiguista. Jamás se nos nombró a Leandro Gómez, quien recién recibió un homenaje, de un intendente colorado, el Arq. Belvisi (cambio de nombre a calles por defensores de Paysandú, el monumento abstracto de esos cinco héroes, al frente y costado norte de la Basílica). Yo vi las columnas de la Basílica, aún remendadas de los bombardeos y cuando preguntaba porqué estaban así, se me decía: “es de la Toma de Paysandú”, así de escueto. Igual hubiera sido en japonés. Crecí jugando a menudo en la Plaza Flores, creyendo que el nombre se debía a que entonces tenía canteros llenos de flores.
Tardía fue mi indignación, cuando ya en Montevideo fui conociendo la verdadera historia.
En mi familia la política estaba repartida entre blancos independientes y batllistas y se respetaban mutuamente; pero yo que era mucho menor, crecí aprendiendo el respeto al disenso, pero muy ignorante de la historia política riquísima de nuestro departamento. Indudablemente la historia la escriben los ganadores. Por eso estamos en la Educación y en la Seguridad, en un verdadero corral. La inmensa mayoría de los “menores delincuentes”, provienen de familias monoparentales o con padres distintos. Viven en promiscuidad y desde muy temprano saben muy bien la diferencia entre lo bueno y lo malo. En sus casas la palabra “policía” es mala palabra y de respeto a todo: personas, lugares ¿de dónde lo van a aprender?
Los conocidos de siempre son los verdaderos responsables de ese comportamiento (los que mandan en la enseñanza): son puros planes y nada de ejecución valedera.
La justicia también se politizó y la mayoría renguea del mismo lado. En estos momentos, somos un país digno de estar en el Guiness; nos “gobiernan” los que dañaron a todo el país, con sus ideas mesiánicas. Es como premiar, galardonar a quienes más mal hicieron. Y viven mirando al pasado. No la terminan con la Ley de Caducidad -no los mueve ningún fin humanitario, sino político partidario-. Me produce vergüenza ver el equipo del Ejecutivo y del Legislativo y algún/a que otro/a del Judicial.
Soy demócrata por excelencia, pero ciertas declaraciones y actitudes me hacen sentir terrorista.
Respecto a bajar la edad de la minoridad, estos niños desde mucho antes de los 16 años saben muy bien lo que hacen. Hace muchos años en Inglaterra, dos niños de diez años mataron a un niño de dos años y fueron juzgados como mayores. Acá muchos se rasgan las vestiduras por los pobres muchachos de Marina Arismendi. Espero que pronto se haga gobierno de verdad, sin frases graciosas o tristemente guarangas, sin que la mesa del Frente Amplio siga dirigiendo nuestros destinos y el Pit-Cnt vuelva a representar verdaderamente a quienes dicen representar. Están anclados en Rusia de 1917 o en la Cuba de 1958, etcétera. Y menos mimos a Chávez que es multifacético, falaz y engañoso como el que más. Odia al imperialismo yanki y él desea ser el kaiser de América Latina ¡Pobre Bolívar! ¡Que bajo cayó! Sanducera triste y preocupada
Carta abierta a … ¿un padre?
Buen día, señor. Disculpe mi intromisión en su hogar, veo que está plácidamente sentado en su sillón al lado de la estufa; claro con sus 70 y pico de años no es para andar “chupando frío” como quien dice. ¿Sabe? Quiero proponerle un juego ya que está en su momento de ocio y yo bueno, para mentirle me gusta conocer vivencias, historias de vida, anécdotas de la gente de “antes”. El juego se llama “hipnoterapia”, no tema, sólo respire hondo, relájese, cierre los ojos y deje su mente en blanco… regresemos lentamente al pasado.
Un año, 5, 10, 20, 35, 47. Bien creo que ya es suficiente; a ver dígame, ¿dónde se encuentra en este momento? Respuesta: En un hermoso barrio llamado La Estación. ¡Qué bien, lindo barrio, me trae muchos recuerdos!…
Cuénteme un día especial de ese año que usted recuerde. Respuesta: Sí, recuerdo un día muy especial, es el día que decidí “encarar” a una chica; ella hacía un tiempo pasaba por mi casa, aunque sólo tenía 15 años no impediría probar mis dotes de “donjuan”, al fin y al cabo siempre obtuve lo que quise. No me dio mucho trabajo, unas cuantas promesas y caricias bastó para que fuera mía. Todo iba muy lindo, pero sólo un corto tiempo, hasta que un día ella llorando me confesó que sería papá. ¿Papá yo? ¿Cuando estaba en la mejor edad de jodas, amigos y derroche? ¡Pah, en qué lío me metí!, y ahora ¿qué hago? Quedaba el camino más fácil, “borrarme”. No sea que mi familia que en ese momento era tan bien vista en la sociedad, quedara “mal parada”. Decidí dejarla y sin importarme nada, me alejé de ella. No por mucho tiempo, ya que a los poquitos meses, para ser más exacto el 22 de setiembre, me entero que tuvo una niña de seis meses de gestación, que se debatía entre la vida y la muerte, y que ya la habían bautizado porque era de esperar que no pasara la noche. Esa noche le confieso no dormí bien; al otro día me levanté ansioso de alguna noticia y sí que la tuve. Supe que la bebé había tenido una mejoría y que una fuerza susperior le estaba dando una nueva oportunidad de vida.
Bien… tranquilo, despacito, vamos a volver a la realidad: 47, 35, 20, 10, 5, 1, respire hondo, siéntese que quiero decirle algo. ¿Sabe? Yo soy su hija, aquella bebé que no pidió nacer y que se debatió entre la vida y la muerte, a la cual usted le dio la espalda y que dejó librada a su suerte. Le voy a resumir parte de mi infancia, aunque sé que usted estuvo al tanto de todo. Mi madre no me pudo criar porque no tenía los medios suficientes como para criar una bebé seismesina y me entregó a la Casa Cuna; así pasaron tres años de mi infancia. Mientras tanto, usted se casó, tuvo una hija a la que supo criar muy bien dándole lo mejor, un estudio que muy pocos en el Uruguay tienen acceso, lo cual le valió un importantísimo trabajo en el exterior. Pero un día mi suerte cambió; a la Casa Cuna llegó un matrimonio ya entrado en años y quién sabe por qué, yo le caí en gracia y me adoptó. Lo increíble es que vivían frente a su casa. Claro, Ud. no podía demostrar tanta indiferencia para conmigo y comenzó a llevarme a su casa, me llevaban sus hermanas que todas vivían más o menos en la misma cuadra, hasta que un día me mudé solo a tres cuadras de donde usted estaba. Eso bastó para “perderme de vista”. Hoy, señor, quiero decirle que pasaron 44 años de ese día. Nunca más ha sabido de mí, ni siquiera ha preguntado, pero yo sí sé que vive en el mismo barrio, en la misma hermosa casa con su señora. Sólo quiero preguntarle, cómo se hace para vivir con la conciencia sucia. Lo podría entender cuando se es joven y todo se tiene y se puede, pero ¿ahora? ¿Con sus casi 70 años y pico no siente la soledad? ¿Que le falta algo en su vida? “¿Será que su corazón se quedó en el tiempo?” Sabe, tengo una mezcla de sentimientos y no sé si ahora lo necesito porque toda la vida la luché sola y crié muchos hijos y a ninguno abandoné y descuidé; creo que eso no lo heredé de Ud. No soy nadie para juzgarlo pero, ¿no le gustaría saldar esa deuda antes que pagarla allá arriba con intereses? Haga un racconto de su vida, ¿se siente identificado? Tómese su tiempo, mi número de teléfono celular queda a disposición en la Redacción de EL TELEGRAFO, para cuando usted esté preparado, llámeme. Lo atenderé con gusto, ¿sabe para qué? Para cerrar un capítulo de mi vida. Y para refrescarle la memoria, firmaré esta carta porque si hay algo que estoy orgullosa es de hacerme cargo de las cosas que digo y hago. Muchas gracias por dedicarme un valioso momento de su tiempo. Buenos días, señor. María Beatriz
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