Paysandú, Lunes 20 de Junio de 2011
Locales | 15 Jun Frente al corte de un añejo eucalipto ubicado en un extremo del escenario del Teatro de Verano “Eduardo Franco”, muchos sanduceros reaccionaron ante lo que consideraron un atropello por parte de la Intendencia que --sin consultar ni informar a la ciudadanía-- decidió realizar una serie de reformas en el predio, incluyendo la tala de este ejemplar.
Más allá de los motivos de tal decisión, la polémica generada posteriormente y las razones de uno y otro lado, lo interesante es que al menos por un momento la atención de Paysandú se enfocó en el valor de un árbol, algo que en los últimos años –décadas quizás--, no se observaba.
Nuestra ciudad hace mucho tiempo que sufre una constante disminución en la población de árboles tanto en sus calles como en parques y plazas. Hasta ahora ninguna administración municipal ha encarado un plan de arbolado serio que considere tanto la sustitución de ejemplares enfermos o dañados, así como la parquización con nuevas implantaciones. Esto se aprecia claramente por ejemplo en calle Sarandí en la zona del Mercado Municipal, donde fueron retirados los enormes plátanos característicos de esa arteria; o los nogales de 33 Orientales entre 18 de Julio y Florida. Hace 60 años fueron plantados en ambas aceras a una distancia de 15 metros entre ellos, y sin embargo en la acera oeste ya no queda ningún ejemplar. El último, el que estaba ubicado más próximo a 18 de Julio, fue cortado hace apenas unos meses, quizás porque restaba visibilidad al comercio que allí se instaló, o porque los pájaros que se posaban en sus ramas ensuciaban las motos que estacionaban bajo su sombra. Pero en los hechos, muy pocos alzaron la voz en su defensa.
Esta depredación también es notoria en la zona costera. Cuando se creó la Costanera a fines de la década del ‘40, justamente alrededor y frente al Teatro de Verano el parque estaba repleto de árboles de todo tipo y tamaño, tal como lo muestra esta hermosa fotografía – postal que nos acercara hace un tiempo un lector. Muchos de esos árboles cayeron a causa de alguna tormenta, fueron eliminados en alguna modernización del predio o simplemente se secaron, y jamás fueron repuestos.
Mucho más triste fue el destino de las palmas y palmeras que embellecían los canteros de la zona del Obelisco, hoy transformados éstos en una suerte de potreros debido al intenso tránsito de todo tipo de vehículos sobre ellos. Las palmas fueron cortadas, destruidas, quemadas y maltratadas, mientras el suelo del que se nutren fue pisoteado, “arado” por las ruedas de los vehículos, rellenado con arena, con escombros y con tierras de cualquier tipo. Así y todo, aún sobreviven algunas.
Es una pena que no hayamos sabido cuidar y defender estos espacios “verdes”, de la misma forma en que hoy reclamamos indignados por la pérdida del eucalipto del Teatro de Verano. Pero este movimiento demuestra que aún estamos a tiempo para cambiar de actitud, por la defensa de un patrimonio que hemos ido perdiendo sin casi notarlo, pero también para reclamar por un plan serio que trascienda las administraciones municipales, que contemple la reforestación de Paysandú, como se hizo hace ya décadas cuando se plantaron todos los árboles que hoy vemos –y disfrutamos—en la costanera, las plazas y los parques, así como repoblar las veredas para hacer de esta una ciudad más viva, más colorida y a su vez, más fresca y acogedora en el tórrido verano.
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