Paysandú, Viernes 24 de Junio de 2011
Opinion | 17 Jun Las últimas encuestas registran un nuevo descenso de aprobación a la gestión de gobierno del presidente José Mujica, que de tener en junio de 2010 el 73% de apoyo popular, cayó en mayo de este año al 44%, de acuerdo a datos proporcionados por Equipos Mori.
La primera tentación es tratar de entender por qué un presidente de tanto impacto popular, con una forma de ser tan campechana, tan cercana a todas las clases sociales, pero especialmente a la media y baja, puede perder popularidad apenas un año después de haber alcanzado el poder, convirtiéndose en el “presidente-compinche” de todos.
Podría afirmarse en ese sentido que las idas y venidas para aprobar una modificación en la aplicación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado jugó en su contra, en la medida que tanto los sectores que querían que se aprobara una modificación como los que se oponían apreciaron peligrosos cambios de rumbo. No podría afirmarse empero que su intención de gravar a las extensiones de tierra de más de 2.000 hectáreas ha sido un elemento que llevó a la reducción de la aceptación de gestión, en la medida que la última encuesta es anterior.
No obstante sí podría pensarse que la propia forma de gobernar de Mujica es la que ha llevado a este declive en la aprobación de gestión. Claramente, en estos meses ha anunciado mucho y hecho poco. No es precisamente la suya una gestión de acción sino de buenas intenciones. Sin dudas que debe tenerse en cuenta que apenas transita algo más de un año de trabajo y que este puede resultar un tiempo escaso para impulsar los proyectos que tiene en mente, unido al hecho de que carece de un conocimiento profundo de los procedimientos en la administración pública.
También puede indicarse que su permanente exposición pública, estilo Chávez, con su propio programa de radio, lo expone demasiado y eso genera rechazo paulatino, constante y en crecimiento.
Pero como sea, lo que queda claro es que quien pierde no es el presidente Mujica sino el país, sino todos los uruguayos.
El país necesita presentar una imagen fuerte y sólida al exterior; de esfuerzo conjunto entre los líderes y la población; de metas concretas y posibles; de amplitud de criterios y de responsabilidades cumplidas. En el mundo globalizado los países no son islas sino integrantes de un único continente.
Si a la gestión de nuestro Presidente la juzgamos de manera desfavorable, desde el exterior, es al Uruguay al que juzgaran de esa manera. Ni más ni menos.
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