Paysandú, Miércoles 29 de Junio de 2011
Locales | 24 Jun Nació en la zona de Paso Guerrero y el próximo 11 de agosto cumplirá 90 años. Es el menor de dos hermanos, desde muy joven trabajó en herrería y en la chacra. Pablo José Mendieta es hojalatero y protagonista de una interesante historia.
Cuando lo visitamos recién había comenzado el invierno. Era una tarde fría y húmeda, y las lluvias amenazaban con regresar. Por su forma de hablar y su sentido del humor, no representa la edad que tiene. Según este vecino rural, el médico le recomendó estar en permanente actividad. Recorrer su taller --lleno de máquinas-- permite establecer que este hombre tiene mucho con que entretenerse. Caladoras, herramientas de mano y mesadas. Una mezcla extraña de desorden con orden, donde solo quienes trabajan en estos recintos saben bien en qué lugar está cada cosa. Cada artefacto tiene su propia historia y una simple pregunta se convierte en disparador de un interesante relato.
“Yo empecé arreglando cocinas y las dejaba como nuevas. Eran a remache, todo trabajo hecho a martillo.
Por aquellos tiempos, cuando yo era un gurí, no había máquinas adecuadas, todo era a marrón. Se trabajaba con chapa 18. La verdad, hice muchas cosas. En tiempos en los que el carbón para utilizar en la fragua valía 3,50 pesos el kilo. También tenía tijeras para cortar lata. Primero para saber cómo estaban hechos aquellos recipientes, desarmé un tarro. Así pude ver el dobladillo que tenía en el fondo. Luego, con el compás sacaba la circunferencia para hacer el fondo. Siempre dejando el margen para los dobleces y así marcar las pestañas de la base. No existía la soldadura, era todo a mano. Aunque en algunos casos había que poner estaño”.
A don Pablo siempre le gustó trabajar solo. “Porque si hacía las cosas mal, era yo el único responsable y nadie más. Reparaba muchas cosas, pero también fabricaba otras. Por ejemplo --en tiempos de la remolacha-- hacía los cuchillos para cortar, que tenían en la punta una especie de pico. Yo tendría unos 20 o 25 años”.
Este vecino rural también trabajó en chacras y establecimientos de la zona. “Trabajé para el ‘Coco’ Carbone. Hacía los portones en madera, que todavía están y algunos trabajos en herrería en las máquinas”.
Respecto a su familia dijo que “hace unos tres años perdí a mi compañera. Tengo diez hijos --cinco mujeres y cinco varones-- y hoy estoy con un nieto. Los hijos siempre vienen todos los domingos a comer un ‘churrasquito’. Voy a la ciudad una vez por mes y solo cuando tengo que cobrar. Mis hijos me quieren llevar para Paysandú, pero la respuesta es ‘no’. Me llevarán, ya saben cuándo”. El hojalatero recordó una anécdota vinculada a una carrera de caballos en la zona, cuando era propietario de una camioneta Ford 1925, o como el le llama: “una Forchela”.
“Cargué la caja de la camioneta con vino y le eché arriba tres cajones de chop. Se armó una terrible tormenta y se vino el aguacero. Recuerdo que estaban los Baccino, que me estaban esperando en el mojón 11 de la Ruta 90. Me paré ahí para conversar un rato y me dicen: ¿y vos vas a ir con esto hasta las carreras?
Ellos andaban en camión nuevo esperando que sacaran la leche en los carritos de los tambos. Yo fui y vine sin problemas a las carreras. Una gran aventura. Al tiempo fue momento de cambiar las cubiertas, pero la Funsa ya no fabricaba más ese rodado y hubo que hacerle el mismo, pero casero, teniendo cuidado de mantener el ancho de la cubierta. ¡Qué trabajo!”, concluyó.
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