Paysandú, Viernes 01 de Julio de 2011

Por una política común para preservación medioambiental

Opinion | 27 Jun Aunque con una repercusión muy relativa respecto a los tiempos en que los ánimos exacerbados por los activistas de Gualeguaychú ponían las cosas en blanco y negro y afectaban la relación entre uruguayos y argentinos, no es un tema menor que en los últimos días a través de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) se haya iniciado el plan de monitoreo en la planta de UPM-Botnia --que tiene carácter mensual-- y paralelamente se encare la toma de muestras de agua en la desembocadura del río Gualeguaychú, en el río Uruguay, que es otro punto crítico que sin embargo fue ignorado sistemáticamente por los grupos seudoecologistas que se integraron a la asamblea ambientalista que durante años bloqueó el puente General San Martín.
El lunes se realizó la toma de muestras en la planta de celulosa cercana a Fray Bentos, en tanto el día siguiente se desarrolló un operativo similar en la desembocadura del río en el que vierten sus efluentes las empresas instaladas en el parque industrial de Gualeguaychú, fundadamente sospechado de ser un contaminante del río Uruguay a través del afluente que le da nombre a la ciudad, y que precedió por varios años a la instalación de Botnia.
Por lo tanto, todo indica que las industrias de esa zona han volcado miles de toneladas de desechos tóxicos al río Uruguay y la toma de muestras permitirá establecer si lo siguen haciendo, en el marco de un compromiso ambiental binacional –en el que se espera también tome parte Brasil, desde que se especula que aguas arriba el vertido de plaguicidas y otras sustancias tóxicas es descomunal-- que no debe ser tomado a la ligera ni mucho menos ser adoptado como una salida elegante de consenso para una problemática harto compleja.
Las muestras son entregadas al Comité Científico de CARU, integrado por dos científicos uruguayos y dos colegas argentinos, previo acondicionamiento por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), en tanto personal de la Facultad de Bromatología de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), de Hidráulica, Prefectura y de la Secretaría de Ambiente Sustentable realizó la toma de muestras en tres puntos de la desembocadura del río Gualeguaychú, con el mismo objetivo, y que fueron fraccionados para enviar a Canadá y una medición in situ con una sonda multiparamétrica.
Pero por encima de los muestreos puntuales en dos centros críticos del río Uruguay, esta etapa marca un punto de inflexión en una problemática que había sido soslayada desde siempre, y por lo tanto tiene la particularidad de signar un antes y un después en materia de política medioambiental, que se aplica justamente en un ámbito particularmente difícil, por tratarse de un río compartido y seguir a un prolongado conflicto que puso en vilo a las dos orillas.
Precisamente la idea refiere a instrumentar una política ambiental coordinada, con el antecedente de un episodio que desató una fuerte polémica y fue el detonante para que se reparara una omisión. A partir de los monitoreos en el eje Fray Bentos-Gualeguaychú el trabajo se extenderá a otros puntos del río en el tramo compartido por ambos países, y se desembocará en un diagnóstico de lo que ocurre con las aguas adyacentes a los centros poblados y las afectadas por establecimientos agroindustriales de ambas orillas, que hasta ahora no son controlados debidamente.
Debe tenerse presente que pese a que no se ha hecho cuestión pública del tema, tanto en el caso de los establecimientos agroindustriales como en los propios cultivos agrícolas, frutícolas y forestales ubicados en ambas márgenes, se vuelcan miles de toneladas de agrotóxicos en cursos de agua que van a dar al río Uruguay, como así también metales pesados.
Los sanduceros debemos tener presente lo ocurrido en el vertedero de Guichón, donde fue arrojado medio centenar de envases del peligroso Endosulfán, pero se desconoce cómo se han tratado centenares de envases que son utilizados en cada zafra, desde que los que fueron encontrados son apenas una mínima parte en el volumen total que se utiliza en nuestros campos.
Si consideramos la magnitud de los volúmenes que se utilizan en las centenares de miles de hectáreas que se afectan a la actividad agrícola en las dos orillas, convendremos en que no estamos ante un problema menor, aunque sí soslayado por políticas que no habían hincado el diente a una problemática que se ha agravado sustancialmente en los últimos años con el aumento de las superficies cultivadas, como también ocurre en el alto Uruguay, en el tramo correspondiente al Brasil.
Pero principio quieren las cosas, y esta primera etapa de monitoreo, además de tener el nada despreciable valor de representar el fin de un período de duro conflicto, debe ser el augurio de la consolidación de una cultura ambiental compartida, con fuerte soporte técnico y la asunción de responsabilidades que respalden en un todo los resultados que surjan de los análisis, para actuar en consecuencia y ganar en respeto y confianza mutua, en beneficio de todos.


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