Paysandú, Sábado 02 de Julio de 2011
Opinion | 02 Jul Hace ya 157 años, un grupo de obreros ingleses creó una organización cooperativa de carácter legal, con los aportes de sus integrantes. El 24 de octubre de 1844 crearon el primer Almacén Cooperativo en la Ciudad de Rochdale, Inglaterra, considerado actualmente como el origen del cooperativismo que conocemos hoy. Estaba formado por 28 tejedores desocupados de la fábrica de tejido de Rochdale, por haber participado en una huelga, y aportaron como capital a la nueva Sociedad la cantidad de 28 peniques cada uno. Hoy son conocidos como “Los Pioneros de Rochdale”.
A partir de entonces el trabajo cooperativo se ha extendido a todo el mundo, y ha significado una solución para emprendimientos asociativos que no contaban con una forma de instrumentación adecuada cuando se trataba de conjugar capital y trabajo con la perspectiva de competir en la producción de bienes y servicios con empresas de larga data y muy eficientes.
Ha sido asimismo una alternativa válida para diversas modalidades en que la gestión asociativa ha permitido que los propios trabajadores o amplios sectores de la sociedad sean partícipes en el emprendimiento.
Con el paso del tiempo la explotación por el sistema cooperativo ha incursionado en prácticamente todas las áreas, incluyendo el comercio, la producción, la intermediación financiera y la construcción de viviendas por los propios beneficiarios, por mencionar sectores muy conocidos en nuestro país.
Por supuesto, no es la llave segura del éxito –que no la hay en ningún orden-- , desde que se trata en todos los casos de emprendimientos de riesgo, y deben enfrentarse desafíos que por lo general ponen a prueba el carácter solidario de los integrantes del movimiento, por lo que se ha generado la creación de federaciones y organizaciones de apoyo que han constituido una red mundial de sustento para este movimiento, incluso aportando capitales y apoyo técnico para potenciar herramientas que les den otra sustentabilidad.
En nuestro medio el movimiento cooperativo ha tenido un buen desarrollo, también con luces y sombras por la esencia misma del riesgo de toda empresa, pero hay muy buenos ejemplos de empresas cooperativas que han respondido a las expectativas. La construcción de viviendas por el sistema de ayuda mutua, por ejemplo, ha presentado una buena alternativa para la construcción de viviendas de interés social, y sin dudas que podría constituirse en un instrumento aún más útil para familias de menores ingresos si Fucvam se dedicara más específicamente a sus cometidos y no incursionara en terrenos ideológico políticos que desvirtúan la esencia del movimiento cooperativo.
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