Paysandú, Miércoles 06 de Julio de 2011
Opinion | 30 Jun La llegada de una ola de frío ha sido determinante para que a principios de semana se registrara el pico máximo de demanda de energía eléctrica en lo que va del año, lo que a través de un comunicado explicó la Administración del Mercado Eléctrico (ADME), al señalar que el consumo máximo fue de 1.694 megavatios registrados a la hora 19 y 38 del lunes y que el total de energía eléctrica consumida en el día fue de aproximadamente 31.868 megavatios.
ADME señaló que ante esta demanda fue necesario que entrara en servicio la central de La Tablada a efectos de poder suministrar la potencia necesaria, pero naturalmente, esta fuente térmica dependiente del petróleo es una de las más caras con las que cuenta UTE. Aún así hasta ahora no ha sido superado el extremo histórico de potencia del 3 de agosto del año pasado, cuando alcanzó a 1.698 megavatios.
Un dato relevante es que para estar en condiciones de sostener el pico de casi 1.700 megavatios ha debido apelarse a la generación más cara con que cuenta el Uruguay, a base de petróleo, aún cuando en esta oportunidad tenemos la máxima disponibilidad hidráulica en los complejos hidroeléctricos, y por ejemplo la represa de Salto Grande está generando con sus catorce turbinas. De esta forma la electricidad de origen hidráulico llega actualmente a casi el cincuenta por ciento del total, lo que no es un porcentaje menor.
En años anteriores, con una demanda similar por el invierno, debió afrontarse el cuello de botella de la falta de agua en los complejos hidroléctricos por sequías, lo que da la pauta del grado de vulnerabilidad de nuestro sistema eléctrico interconectado, que sigue dependiendo de la lluvia, del petróleo y de la energía que podamos adquirir en la Argentina y en el Brasil. Pero respecto a estas últimas dos opciones, ocurre que el invierno también acentúa la demanda en los países productores y no siempre están en condiciones de auxiliarnos, como así tampoco nos venden energía barata, cualquiera sea el momento en que la demandemos.
Ello replantea en toda su dimensión, por si hiciera falta, las vulnerabilidades de nuestro respaldo energético, con el agregado de que no solo estamos ante picos de demanda en invierno, sino que gradualmente el incremento se va trasladando al verano por la venta masiva de equipos de aire acondicionado, tanto a nivel empresarial como doméstico, entre otros aparatos que a la vez han bajado de precio al amparo de la caída del dólar. Por supuesto, el Uruguay necesita no solo mayor potencia de respaldo, sino una diversificación y abaratamiento de costos, lo que requiere una política energética de Estado. Lamentablemente pese a los enunciados, en este aspecto todavía existen puntos oscuros y contradicciones, porque la instrumentación de tales políticas ha sido por lo menos errática, como en el caso de la lentitud y falencias en las adjudicaciones de licitaciones para la instalación de centrales generadoras en base a biomasa, entre otros aspectos.
Debemos tener presente que en lo que va del año la demanda energética en el Uruguay ha crecido un cinco por ciento respecto al año anterior y casi un 10 por ciento en este mes de junio respecto al mismo mes del 2010, debido a un promedio de temperaturas sensiblemente más bajo.
A mediados de este mes el director de UTE, Gerardo Rey, manifestó que “las perspectivas de generación durante el invierno son inciertas en función de la aleatoriedad del régimen de lluvias que caracteriza nuestro sistema”, y de mantenerse un régimen de lluvias normal, la situación más o menos podría paliarse sin demasiadas zozobras, pero de no ser así se debería apelar a todo el parque térmico, además de importar. Es decir, importar en todos los casos, ya sea petróleo como insumo para la generación dentro de fronteras o energía producida afuera.
Un común denominador para estas reflexiones es el de la precariedad, la vulnerabilidad y la dependencia, y por lo tanto es preciso encarar decisiones a partir de asumir en plenitud la entidad de estas carencias estructurales.
Es decir que el gran desafío está planteado en el conjunto de las respuestas, que no debe ser una sola sino un conjunto de acciones que en su diversificación conlleven reforzar la generación, optimizar el consumo y sobre todo no seguir corriendo de atrás el incremento de la demanda, con un creciente porcentaje de energías renovables como objetivo estratégico irrenunciable.
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