Paysandú, Miércoles 06 de Julio de 2011
Opinion | 02 Jul Mientras aún no hay decisión tomada respecto a autorizar la instalación de la empresa minera a cielo abierto Aratirí, y el presidente José Mujica propone realizar un plebiscito consultivo para que sea el pueblo quien en definitiva la permita o rechace el emprendimiento –algo novedoso en nuestro país, que no está contemplado en la Constitución--, se agrega ahora la polémica también impulsada por Mujica sobre qué se debería hacer con los ingresos obtenidos por tal explotación. Esto obra como un fuerte estímulo a favor de los intereses de la minera, por cuanto si se considera el total de hierro que sería extraído hasta agotar la veta –por supuesto, a lo largo de decenas de años— significa que al final el Estado termina cobrando un jugoso dividendo. Más allá de eso, lo interesante de la propuesta es que por primera vez se habla de utilizar dineros del Estado para formar un “colchón” de recursos para tiempos de crisis.
Por supuesto, como tantas otras propuestas del presidente, esta perspectiva está muy verde y de seguro refleja su pensamiento “sin pulir”, donde toma como ejemplo lo que se ha dispuesto con los ingresos por el cobre en Chile, y en menor medida en Noruega para cuando se agoten sus reservas petroleras.
Por lo pronto Mujica ha considerado que es tiempo de encarar una política contracíclica en nuestro país, con vistas a una “estabilidad” para el futuro, teniendo en cuenta sobre todo los períodos de incertidumbre que suelen generarse en la economía mundial.
El mandatario consideró que en caso de llevar adelante esta idea, el gobierno podría contar con un fondo adicional de unos 500 millones de dólares al año, y dijo que “es mucha guita” para Uruguay, y que el gobierno aspiraría a que ese dinero no sea aplicado a financiar sueldos u otros gastos del Estado, de acuerdo a lo manifestado por fuentes oficiales a El Observador.
“Tenemos que maniatar la eventual demagogia que puede venir hacia adelante. La plata dulce es macanuda para gastarla fácil”, reflexionó el mandatario, quien a juzgar por lo señalado por fuentes confiables estaría “entusiasmado” con esta posibilidad, pese a que ha manifestado que primero haría un plebiscito para determinar qué es lo que piensa la ciudadanía respecto a Aratirí.
Por cierto la reticencia tanto de la Administración Vázquez como la de Mujica a aplicar políticas contracíclicas en el gasto es un flanco vulnerable, si se tiene en cuenta que de hecho el Uruguay se ha beneficiado con ingresos extraordinarios en los últimos 6 años --mucho más que lo que promete Aratirí—gracias a los valores internacionales históricamente altos de los commodities; pero el Estado no solo gastó todo lo que le ingresó, sino que se endeudó aún más y aún así, mantiene un fuerte déficit fiscal.
Y si esto ocurre cuando tenemos el viento a favor, cuesta poco inferir que si se revierten las condiciones favorables de los mercados para nuestros productos, este déficit fiscal se agudizará, por lo que nos quedaremos con el déficit y aún así sin haber encarado las obras de infraestructura imprescindibles en el área logística y la energía, solo por mencionar dos temas de vital importancia para nuestro desarrollo.
Pero con el hierro que exportaríamos por Aratirí, tendríamos una “guita de arriba” que permitiría de alguna forma contrarrestar la omisión de no haber ahorrado nada en estos ocho años en que fuimos favorecidos por el clima internacional y gastado cada peso en muchas cosas cuyos resultados han sido cuando menos, magros, al tiempo de haber creado gastos fijos insostenibles.
La disyuntiva que plantea el mandatario no es nada que no se haya hecho en otros países, pero en esos casos se trata de políticas de Estado bien fundadas y con instrumentos precisos que todavía deberían definirse en nuestro país, partiendo del supuesto de que efectivamente se lleve adelante el proyecto de Aratirí, que si bien dejaría los ingresos que dice el mandatario, a la vez en forma paralela estaría afectando explotaciones rurales y turísticas con pérdidas tal vez similares o aún mayores en el global, en forma directa e indirecta.
Por lo pronto no es bueno salir a buscar soluciones mágicas –o al menos extraordinarias— para solucionar el problema de un Estado sobregirado, en lugar de ordenar la casa. Quizás hoy tengamos la suerte de que se haya encontrado hierro en Uruguay para incrementar el ingreso de divisas, pero lo malo es que dependamos de “milagros” como este para tapar agujeros, porque esta presión puede ser determinante para la aprobación de emprendimientos que pueden no ser tan beneficios para el país.
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