Paysandú, Miércoles 06 de Julio de 2011
Opinion | 03 Jul Al asumir la presidencia pro témpore del Mercosur en el acto desarrollado en Asunción del Paraguay, el mandatario uruguayo José Mujica formuló reflexiones a propósito del proceso de integración regional que ha tenido al bloque como instrumento y que por cierto mantiene serias falencias que no han sido corregidas en las dos décadas de vigencia.
Este período de muchos desencuentros y escasos avances debería a esta altura servirnos de experiencia para tratar de extraer enseñanzas de los errores y actuar en función de los intereses comunes que igualmente nos unen, pese a las actitudes disonantes que una y otra vez protagonizan los países miembros, sobre todo Brasil y Argentina.
Por lo pronto Mujica reconoció las incongruencias en el bloque por cuanto consideró que la integración regional requiere de tiempo porque “supone un cambio cultural y eso es lo más difícil que hay”. Eso lo sabemos muy bien los uruguayos y los argentinos, sobre todo, por las dificultades que siguen existiendo en los pasos de frontera, donde las buenas intenciones chocan todos los días con la burocracia, la descoordinación y hasta la ignorancia de algunos funcionarios de los pasos de frontera. Y no se trata de cuestiones del pasado, por cuanto siguen surgiendo trabas para la libre circulación –obviamente justificadas por sesudos estudios de escritorio en las capitales--, como en nuestro país la incorporación de la partida de nacimiento como documento necesario para que los matrimonios puedan viajar con sus hijos, perdiendo así todo valor la libreta de matrimonio. Este absurdo llevó a que las parejas decidan obtener el pasaporte de sus hijos para cruzar a Colón, por ejemplo, puesto que mientras para la Dirección de Migración la partida de nacimiento caduca al año de emitida –en un principio era a los 30 días--, el pasaporte rige por 5 años.
También surgen problemas para el traslado de delegaciones culturales, deportivas y empresariales que deben cruzar el puente y son sometidas a los avatares burocráticos, los turistas son retenidos horas en la frontera, y no existe libertad de trabajo para los ciudadanos del Mercosur, mientras la complementación productiva y de servicios que debería potenciarnos como bloque para competir en la extrarregión brillan por su ausencia.
Estas son solo algunas de las falencias notorias, a las que se agregan trabas para el comercio cuando se ejercen presiones por sectores industriales que se consideran afectados por el ingreso de producciones similares, aspecto que el mandatario uruguayo abordó parcialmente cuando fustigó en su discurso a la “burguesía paulista”, es decir a los grupos industriales de San Pablo que fuerzan medidas proteccionistas del Brasil y a la vez pretenden limitar los ingresos de la competencia desde fuera de la región.
La bonanza de que está gozando el subcontinente debería servir para que las naciones del Cono Sur, sobre todo del Mercosur, reevalúen el escenario sobre el que se encuentran paradas y acuerden, tanto en el orden interno como en el colectivo, reformas y la recomposición de esquemas para atender problemas estructurales y de coordinación de políticas que permitan un mejor funcionamiento como bloque.
Es que el supuesto libre comercio de bienes y servicios está encarado a través de países con profundas asimetrías, donde Argentina y Brasil practican acciones bilaterales que afectan a los socios pequeños que deben tomarlas como vienen, sin peso político para modificar o siquiera discutir lo que se acuerda entre los “grandes”.
Coincidimos con Mujica en que es preciso institucionalizar el Mercosur, pero sobre todo hacer que se cumplan los acuerdos establecidos, muchos de los cuales solo existen en los papeles, porque son ignorados sistemáticamente siempre y cuando ello convenga o no se quieren asumir responsabilidades, como ocurrió con Brasil cuando desestimó el planteo uruguayo por el bloqueo de los puentes por los activistas de Gualeguaychú, en clara violación del artículo primero del Mercosur que establece como condición prioritaria el libre tránsito de personas y vehículos por los pasos de frontera.
Existe evidentemente una crisis de institucionalidad, al punto que distintas controversias comerciales entre los países miembros han terminado negociándose bilateralmente y no a través del Tribunal de Controversias del Mercosur, que debería ser el organismo encargado de laudar en estos casos, en tanto en el caso de la agenda externa del bloque, en la última década solamente firmó dos acuerdos comerciales: uno con Israel y otro con Egipto, contra 140 que se suscribieron en el resto del mundo, lo que habla del fracaso en la actuación como bloque hacia el mundo.
Y ello parte de que no se ha hecho conciencia del interés común, porque como bien decía el mandatario uruguayo, factores de orden cultural e intereses sectoriales hacen que sigan defendiéndose “chacras” particulares en lugar de trabajar decididamente por la complementación de producciones de bienes y servicios, para estar en condiciones de vender nuestro trabajo hacia afuera en lugar de priorizar la competencia por los mercados internos, sin por ello restar importancia al intercambio comercial intrarregión.
Entonces cabe preguntarse si la propuesta de Mujica respecto de ampliar el Mercosur a instancias de la presidencia pro témpore de Uruguay, para potenciarlo y mejorarlo tiene sentido o simplemente sería generar más problemas de los que ya hay. El Mercosur no funciona como debe no porque está integrado por pocos países, sino porque claramente no hay interés en que las cosas se arreglen. Quizás el planteo debería ser ordenar la casa primero para después recibir a las visitas.
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