Paysandú, Domingo 10 de Julio de 2011
Opinion | 05 Jul Hay profesiones que pasan desapercibidas hasta que un hecho extraordinario las pone en la atención de todos. El agente de policía puede pasar semanas, meses cumpliendo una tarea rutinaria, aparentemente sin incentivo, hasta que un instante lo convoca a la defensa de la comunidad y lo transforma en héroe. Un médico emergentólogo puede pasarse largas jornadas atendiendo llamados por cuadros de fiebre producidos por gripe, hasta que urge aplicar resucitación a un herido y al salvarlo se convierte en héroe. Un bombero puede permanecer en el cuartel limpiando el equipo, jugando billar o mirando televisión durante semanas, hasta que un incendio de cuatro alarmas hace que salve de entre las llamas a una mujer con un pequeño niño en brazos y se convierta en héroe.
Todos estos profesionales, y otros, tienen en común dos cosas: tareas de necesidad urgente en condiciones extremas, y una vida dedicada a ella, por la cual reciben su sustento y su medio de vida.
Hay otros también, que igualmente son de necesidad urgente en condiciones extremas, pero que trabajan desde el voluntariado. A todos, los profesionales y los voluntarios, los ilumina la vocación, pero a los segundos, los lleva igualmente el sentido de entrega a la comunidad donde viven, donde sus hijos crecen, educan y se divierten, donde sus antepasados hicieron camino en el trabajo digno y esforzado.
Tal el caso de los bomberos voluntarios, que todavía en Uruguay no son ni debidamente conocidos ni debidamente respetados. En la víspera, en la Intendencia de Paysandú, los bomberos voluntarios sanduceros entregaron a sus colegas de San José equipos completos que les permitirán actuar en emergencias ígneas, en el rescate de personas en incendios, teniendo lo mínimo requerido, uniformes ignífugos.
Esos uniformes llegaron a Uruguay gracias al desinteresado aporte de uruguayos que viven en Estados Unidos y que en un acto generoso (y la generosidad es también un elemento clave en el heroísmo) recolectaron uniformes usados y pagaron por su traslado.
En manos de hombres y mujeres de diversas profesiones, que apartan tiempo para servir a la comunidad, sin dudas redundarán en mayor tranquilidad para las comunidades en que sirven, apoyando la labor de los bomberos profesionales, que siguen siendo pocos, más allá de que recientemente se recibieran en Montevideo algunas decenas de efectivos a repartirse en los diferentes destacamentos a lo largo del país.
La de los bomberos voluntarios es una misión autoimpuesta, es una entrega personal a la comunidad, es cumplir con el deber sin que éste le haya sido solicitado; es un compromiso personal que se revalida en cada incendio, en cada siniestro. En sus actos descansa la tranquilidad de muchos, en ese desafío diario reside asimismo la satisfacción de ser un bombero voluntario.
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