Paysandú, Lunes 11 de Julio de 2011
Opinion | 10 Jul En Argentina se firmó un decreto por el cual quedan prohibidos los avisos publicitarios que promuevan la oferta sexual, por cualquier medio, sea en forma directa, o promoviendo actividades lícitas, pero que tengan por fin encubierto la solicitud de personas con fines de explotación sexual.
El fin perseguido por la norma es doble. Por una parte, proteger a la mujer y evitar toda forma de violencia o discriminación contra ella, incluyendo entre las formas de violencia la mediática, como lo dice la ley que rige la materia. Por la otra, contribuir a prevenir y reprimir la trata de personas.
En Uruguay, la publicación de esos avisos publicitarios es permitida, lo mismo que en muchos otros países. Indudablemente se toma en cuenta a la hora de autorizarlos la libertad de expresión, o se invoca el principio de legalidad, en la medida en que algunas de las actividades anunciadas no están prohibidas por la ley.
La prohibición en Argentina pone nuevamente de relieve el impacto de esta medida en la sociedad y en el comercio sexual. No hay dudas del aumento de la oferta sexual, a veces de manera individual, como puede apreciarse incluso en el centro de Paysandú, y tampoco que al mismo tiempo ha aumentado el proxenetismo, ese perverso comercial sexual.
Nadie discute cómo se atenta contra la dignidad de la mujer. Se la “cosifica” convirtiéndola en un objeto sexual, afectando incluso a menores de edad, difundiendo calificativos que implican discriminación hacia personas o grupos de nacionalidades determinadas, entre otras formas de agresión directa o indirecta. Ahora bien, prohibir la publicidad de la oferta sexual ¿reducirá el comercio sexual? Por ejemplo ¿cuál fue el impacto en la reducción del consumo de la prohibición de publicidad de cigarrillos? Probablemente no. En primer lugar porque ese tipo de comercios encuentran la manera de promocionarse. En el caso de whiskerías, cabaret, locales bailables para adultos, ni siquiera usan los medios masivos sino la distribución de diminutos volantes entregados en la calle, además que son éstos lugares los están más controlados. Lo que debe atacarse es el comercio sexual, que existe en Uruguay como en el resto del mundo. Y para ello hacen falta medidas mucho más enérgicas, que rompan la cadena de complicidades de todo tipo: migratorias, policiales, nacionales, departamentales y municipales. Medidas como la tomada en Argentina no están mal, aunque en la práctica son más bien marketineras. Hay mucho más por hacer para combatir la prostitución ilegal, esto es el proxenetismo. Porque las mujeres no merecen ese triste destino.
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