Paysandú, Martes 12 de Julio de 2011
Opinion | 06 Jul El intenso frío que afecta la región ha puesto en relieve el peligro que corren los uruguayos indigentes y sin techo al tener que soportar las bajas temperaturas con poco abrigo y a la intemperie, situación que especialmente se aprecia en Montevideo pero que se repite en todo el país.
En las últimas horas el presidente José Mujica, antes de viajar sorpresivamente a Venezuela para saludar al presidente Hugo Chávez –en recuperación tras una intervención quirúrgica--, ordenó alojar aun compulsivamente a los indigentes en situación de calle que se negaren a guarecerse del intenso frío. Una medida que aunque parezca excesiva no lo es, porque corresponde al Estado velar por la salud y vida de los habitantes en su territorio.
En los refugios hay agua caliente para bañarse, una cama limpia, comida caliente y nutritiva, y un ambiente cálido. Todo eso contrasta con la diaria vida de estos cientos de indigentes que han movilizado a las autoridades nacionales, después que cinco de ellos perdieran la vida por hipotermia.
No hay dudas que las acciones tomadas son no solamente correctas sino necesarias y urgentes. El gobierno va en buen camino, apoyado por el Poder Legislativo, que brinda el soporte legal para que los indigentes puedan ser sacados de las calles aun contra su voluntad.
No obstante, el principal problema no es quitarlos de las calles en lo más crudo del invierno, sino sacarlos de las garras de la indigencia. El problema no es únicamente el frío, el real drama de este sector de uruguayos es que no tienen lo más básico para la supervivencia: las ganas de sobrevivir. Estudios realizados determinan que muchos de ellos sufren algún tipo de trastorno mental, pero no se han establecido políticas sanitarias adecuadas para su tratamiento, sino solamente se ha determinado mantenerlos en refugios hasta que pase lo peor del invierno. Y si bien eso es bueno, para nada es suficiente.
Por extraño que parezca, las personas en situación de calle son el único sector por el cual la sociedad no hace esfuerzos para su recuperación. Los encarcelados reciben herramientas educativas, sociales y laborales para que puedan reinsertarse en la sociedad. Los más pobres entre los pobres no. Y a éstos no les alcanza con un techo, una taza de caldo y una cama con frazadas. Porque todo eso es temporal. Y ya volverán a la calle a mirar pasar la vida de los otros. Sufriendo enfermedades, problemas mentales y la falta de casi todo lo que identifica al ser humano.
Ya que volvimos la mirada a los “en situación de calle”, quedémonos con ellos buscando su recuperación. Para que el próximo invierno los encuentre en su propio refugio, un lugar al que puedan llamar hogar.
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