Paysandú, Miércoles 20 de Julio de 2011
Locales | 17 Jul Un viaje de tres meses se redujo a apenas 69 horas y un montón de frustraciones y dolor. Probablemente el deficiente asesoramiento de un agente de viajes local y la falta de completa información de un pariente en Palma de Mallorca, España, fueron determinantes para que un viaje lleno de ilusiones terminara abruptamente, al negársele a dos sanduceras la entrada a la Madre Patria.
Wanda Solange Da Silva cumplió 15 años el 30 de marzo pasado. Sus padres le organizaron una fiesta para celebrarlo. Desde Palma, su tío Marcelo Costa (43 años), que vive allí hace once años, quiso regalarle un viaje, invitándola junto a su madre, Liliana Elizabeth Costa (47). El sueño comenzó a hacerse realidad en los trámites y luego al aprontar el equipaje. Con los pasajes adquiridos, los pasaportes en regla, los regalos en la valija y la emoción a flor de piel, el lunes 11 de julio, a las 6 de la mañana, partieron hacia el aeropuerto de Carrasco.
Desde Carrasco, en Tam Líneas Aéreas, volaron a Sao Paulo y desde allí a Madrid. Eran debutantes en viajes aéreos, pero el temor inicial desapareció rápidamente cuando comprendieron lo placentero del volar. Madrid las recibió al mediodía. Descendieron, caminaron por la Terminal Internacional hacia el área de Migraciones y se dispusieron a hacer los trámites de ingreso. A las 17 de España, debían tomar el avión a Palma, 40 minutos de vuelo antes de los abrazos, las lágrimas, las risas, las charlas interminables.
Una funcionaria las recibió. Liliana mostró los dos pasaportes, los pasajes de retorno y la carta invitación de su hermano. Instantes antes, le había dicho en voz baja a Wanda: “no me gusta la cara de la rubia esa”. La “rubia esa” miró la documentación y le preguntó cuanto dinero llevaba. “Cuatrocientos dólares y cincuenta euros. Mi hermano me está esperando, el se hará cargo de todos nuestros gastos, como dice la carta”, explicó con su mejor sonrisa Liliana.
La funcionaria notó que querían quedarse tres meses; muy poco dinero para tantos días. Tomó los documentos y las hizo trasladarse a una sala de espera, una oficina donde poco después un policía sometió a Liliana a un interrogatorio. Le llamó la atención que el pasaporte de Wanda había sido otorgado en abril. Pidió un permiso de menor del padre, autorizando el viaje. No lo tenían: “estaba el pasaporte, se supone que incluye el permiso del padre”. Lenta pero inexorablemente, la situación fue complicándose.
De ahí a otra sala, para entrevistarse con una asistente social, que se tomó su tiempo en llegar. Y de ahí, siempre en el aeropuerto, a una sala de retención, “una cárcel, con camas de hormigón, colchones, un gran comedor, y personas de diferentes países. Nos quitaron nuestras pertenencias, que pusieron en bolsas negras, y nos dejaron ahí. Mi hija entre adultos desconocidos, entre gente que nos daba temor”, contó Liliana.
Siguieron horas de incertidumbre, malos tratos y llanto desconsolado. Habían llegado a España pletóricas, dispuestas a pasar tres meses recorriendo las islas, quizás otras partes de España, conviviendo con Marcelo, hermano y tío de Liliana y Wanda, con su esposa Claudia Sanjurjo (37) y sus tres hijos. Pero los planes parecían romperse en mil pedazos. Aunque “Wanda mantuvo la fe hasta el último instante. Yo no, pero ella si, creía casi ciegamente que nos iban a dejar seguir. Y es que en realidad nada malo habíamos hecho. Mi hermano nos estaba esperando. Íbamos solo de paseo, el gran paseo de nuestras vidas”.
“Ni siquiera me dejaron hablar por teléfono con mi hermano. Él no sabía nada de lo que estaba pasando. Nada”. El reloj marcaba las horas, aumentando la angustia. Hasta que, tras ocultarse el sol, les confirmaron que no iban a entrar, y que esa misma noche de martes iniciarían el regreso, a las 23. “No podía comprender lo que pasaba ni por qué nos pasaba eso. Volví a pedir que me dejaran hablar con mi hermano. Me hicieron comprar una tarjeta telefónica de 5 euros que los propios guardias vendían. Lloré desconsoladamente en el teléfono; mi hermano trataba de entenderme, todo era tan difícil”, cuenta Liliana y nuevamente, en su casa, donde recibió a EL TELEGRAFO, llora sin consuelo.
Preguntó una mil veces por qué les impedían el ingreso. La respuesta fue siempre parecida. “La carta invitación no había sido hecha en la comisaría en Palma, teníamos poco dinero, mi hija no tenía el permiso de menor, aunque obviamente el padre no solo sabía dónde estaba sino que estaba totalmente de acuerdo”.
Y la impotencia dominaba. “Estábamos a cuarenta minutos de vuelo de mi hermano. No podríamos verlo. Ni siquiera abrazarlo. Pregunté si el venía a Madrid si nos dejaban vernos y solo me respondieron ‘Madrid es libre, puede venir, pero a ustedes no las verá’. No íbamos a trabajar, solo a pasear; quizás no teníamos todo en regla, pero mi hermano estaba allá para hacerse cargo de nosotras. Nada malo nos impulsaba, solo las ganas de estar con mi tan querido hermano que hace tanto no veo y de conocer dónde vive. ¿Por qué no nos dejaron cumplir nuestro sueño?”, apura Liliana antes que las lágrimas puedan más.
Alguien de la embajada o del consulado de Uruguay en España, se comunicó con Liliana. Ella no recuerda quién, pero era una mujer, no el embajador Juan Carlos Pita. “No me ofreció ayuda, solo me hablaba en difícil, de leyes; me dijo que no iba a ir al aeropuerto. Entonces le dije que si no me iba a ayudar, no quería seguir hablando con ella. Y corté la comunicación”.
Después lo inevitable. Prepararse para el retorno. Antes, por primera vez en el día, Liliana pudo fumar un cigarrillo. La condujeron fuera del edificio y allí, mientras el humo hacía de calmante, en el medio de la oscuridad, vio las luces de los aviones aterrizando o decolando. Y más allá, las luces de Barajas. O quizás de Alcobendas, cómo saberlo. Como sea, a unos 12 kilómetros de Madrid; a unos 450 de Palma. O 40 minutos de vuelo. Y aunque parecía que ya no tenía, las lágrimas volvieron.
En una camioneta policial fueron llevadas al avión. Poco después, de nuevo en el aire. Increíblemente de regreso. Primero hacia Sao Paulo, luego a Porto Alegre y finalmente a Montevideo. Cinco vuelos en menos de tres días. Mil ilusiones rotas, mil frustraciones nuevas; mil lágrimas derramadas; mil de-sencuentros. La valija sigue perdida. Ni el mate volvió. Un vaso azul sirve. Varios documentos dan prueba de su intento fallido de llegar a Palma, un paseo que sigue siendo un sueño. Tiene 30 días para recusar la decisión de Migraciones española. “Lo primero será ver a un abogado; veremos después. Mi hermano sigue insistiendo en que tenemos que ir. Ya no aguanta sin vernos. Todo esto es demasiado loco; nunca pensé vivir algo así”, cuenta Liliana mientras reúne los pasaportes, los documentos y los coloca nuevamente dentro de una agenda. Ya no llora. Wanda, sentada en un rincón, sigue con la esperanza en su mirada. La historia parece que aun no ha terminado. Quien sabe. Quizás la mirada de Wanda tenga razón.
Requisitos para ingresar
a España como turista
Los ciudadanos uruguayos no necesitan visa para ingresar a España como turistas, debido al convenio de supresión de visado.
El plazo máximo como turista es de 90 días corridos.
Si en el transcurso de ese tiempo se sale y luego regresa a territorio español, se sumarán los días faltantes hasta completar 90. Cumplidos los tres meses deberá abandonar el país o bien solicitar una prórroga de estancia o una autorización de residencia. Caso contrario, se quedaría en “situación irregular”.
Durante el vuelo a España, el personal de a bordo reparte un formulario que debe completarse para ser presentado en Migraciones, con datos personales, número de vuelo de llegada y de regreso y el domicilio en España. Debe presentarse pasaporte, pasaje de retorno o el circuito turístico, según el caso.
También debe informarse el lugar de residencia durante la permanencia en España, sea un hotel, varios o una o varias casas particulares. Puede presentarse una carta de invitación de un ciudadano español o extranjero residente legal. La misma se pide por quien invita en la comisaría de Policía de la zona donde reside, en España. Exclusivamente se refiere a garantizar el alojamiento. En ningún caso suplanta la obligación de contar con los medios económicos para solventar los gastos durante la permanencia en España.
No siempre se solicitan, pero es lícito pedir que se compruebe que se cuenta con los medios económicos mínimos requeridos. Durante el año 2011, la cantidad mínima a acreditar es de 64.14 euros por persona y día. Pueden acreditarse en efectivo, cheques certificados, cheques de viajero, cartas de pago, o tarjetas de crédito, que deberán ir acompañadas del extracto de la cuenta bancaria o una libreta bancaria puesta al día (no se admiten cartas de entidades bancarias ni extractos bancarios de Internet) o cualquier otro medio con el que se acredite fehacientemente la cantidad disponible como crédito de la citada tarjeta o cuenta bancaria. También puede pedirse un seguro médico que cubra los gastos médicos y la repatriación asociados a un accidente o a una enfermedad repentina.
Estos requisitos, y otros, actualizados al presente año, pueden consultarse en la página del Ministerio del Interior de España, en http://www.mir.es.SGACAVT/extranje/regimen general/index.html y páginas asociadas a este enlace.
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