Opinion | 15 Jul El crecimiento económico de la región hace que aumente la compra de artículos de consumo más costosos, como lavarropas, secarropas, equipos de aire acondicionado, motos y automóviles. Más dinero, más gasto y más consumo. Una cadena que viene desde el fondo de la historia y que se mantiene inalterable.
El año pasado en Uruguay se vendieron 43.700 vehículos, 59% más que en 2009. En 2010 también se vendieron 120.000 motos. Esto quiere decir que la bonanza económica que disfrutan determinados sectores redunda en el crecimiento de los mercados de vehículos y otros artículos caros. Solamente considerando las motos vendidas, el mercado movió unos 120 millones de dólares, cifra impresionante para un país de reducido consumo y poder adquisitivo como el Uruguay.
En Paysandú el crecimiento del parque automotor sigue sin pausa, liderado largamente por las motos, pero no se puede desconocer que la cantidad de autos y camionetas comercializadas es muy importante también, con el crecimiento exponencial de los de origen chino.
Los países en vías de desarrollo tendemos a que cada cual compre lo que soñó por tantos años. La ilusión del “autito” propio se ha cumplido o está cerca. No obstante, en países del Primer Mundo, aparece cada vez más claramente la diferencia entre consumir y comprar, diferencia que no se aprecia y de la cual poco se habla en Uruguay y otros países de la región.
Lejos de soluciones como en los países escandinavos donde viajar en bicicleta es más rápido y seguro que hacerlo en automóvil, en Estados Unidos (unas sesenta ciudades), Canadá y el Reino Unido, más de medio millón de conductores encontraron una alternativa en Zipcar (www.zipcar.com), una empresa que alquila autos por hora. Confiados en la idea de que más importante que la propiedad es el acceso, y a cambio de unos 9 dólares la hora (lo que incluye combustible y seguro), se subieron a la ola colaborativa: alquilar y compartir en lugar de comprar y guardar. La tecnología facilita las cosas, pues por la web se encuentra el auto más cercano, que pronto llega al lugar donde uno se encuentra, conducido por otro usuario del mismo sistema. Compartir es también consumir, pero no es comprar. Eso provoca grandes y esperadas diferencias ambientales en países que necesariamente deben hacer frente a la mega polución en que viven.
Resulta al menos paradójico que mientras en los grandes países, paulatinamente y a paso de tortuga, se está abrazando el concepto de consumir sin comprar, en Uruguay y otros países de la región, el concepto de consumo sigue fuertemente unido al de compra. “Consumo porque es mio”, seguimos diciendo los uruguayos. No necesariamente, como queda demostrado en este y otros ejemplos (se pueden alquilar bolsos de mujer de marca, por ejemplo) que crecen sin pausa.