Paysandú, Viernes 22 de Julio de 2011
Deportes | 20 Jul Uruguay 2 Perú 0
Escenario: Estadio Unico (La Plata). Público: 25.000 personas. Arbitros: Raúl Orosco (Bolivia), Efraín Castro (Bolivia) y Marvin Torrentera (México).
Uruguay: Fernando Muslera; Maximiliano Pereira, Diego Lugano, Sebastián Coates, Martín Cáceres; Alvaro González, Walter Gargano (Sebastián Eguren, 70), Egidio Arévalo Ríos, Alvaro Pereira; Diego Forlán y Luis Suárez (Abel Hernández, 70). DT: Oscar Tabárez.
Perú: Raúl Fernández; Giancarlo Carmona, Santiago Acasiete, Alberto Rodríguez, Walter Vílchez; Luis Advíncula (Carlos Lobatón, 61), Adán Balbín (Josepmir Ballón, 90), Yoshimar Yotún (William Chiroque, 53), Paulo Cruzado, Juan Vargas; Paolo Guerrero. DT: Sergio Markarián.
Goles: Luis Suárez (52, 57)
Amonestados: Luis Suárez, Walter Gargano, Diego Lugano (U); Yoshimar Yotún, Adán Balbín, Carlos Lobatón.
Expulsado: Juan Vargas (68).
Siempre hay una clave. Una explicación. Y este Uruguay, el equipo que anoche venció 2 a 0 a Perú para volver a transformarse en finalista de una Copa América, también la tiene.
Eso sí, no es nueva. No es novedad más allá de que se haya transformado la envidia de, por ejemplo, los argentinos, que ahora descubrieron que el juego de equipo va más allá de las individualidades. Que se dieron cuenta de que no creerse favorito no es soberbia encubierta sino un plus que juega a favor. Que el trabajo de años es más redituable que juntar a muchos de los que están entre los mejores del mundo. Y que jugar con el corazón en el botín, sabiendo que se tienen limitaciones, es mejor que intentar jugar a lo Barcelona.
Y anoche este Uruguay, el que llegó respetuoso a la Copa América, volvió a mostrar sus virtudes y sus falencias, sus ganas, dejando esa clave al desnudo, para el que lo quisiera ver.
Es cierto que terminó siendo un 2 a 0 producto de dos errores del rival. Pero también lo es que este Uruguay, el que espera el momento justo para dar la estocada certera, lo sabe aprovechar. Porque ese remate que sacó Forlán de media distancia, que el golero no supo resolver, terminó por derivar en la apertura del marcador gracias a que Suárez estaba atento, intuyendo que el arquero daría rebote. Y porque el propio Suárez, imparable por donde se lo mire, supo aprovechar a la perfección los espacios que dejó la defensa para recibir de “Palito” Pereira, picar, dejar al golero por el camino y definir suave, pero en forma certera.
Es verdad también que Uruguay controló gran parte del partido. Que cambió la posición de sus hombres para poblar la mitad de la cancha cuando se tuviera la pelota, y para defender con cinco cuando Vargas o Guerrero hicieran de las suyas.
Y es cierto que ese cambio posicional no solo permitió controlar a los hombres peligrosos del rival, sino también que Maxi Pereira se soltara como perseguido por el demonio por la derecha, o que Alvaro Pereira volviera a disfrazarse de delantero en varias ocasiones.
Por eso, más allá de que Perú tuvo el control de la pelota durante algunos minutos de la primera etapa, es que Uruguay terminó ganando con claridad más allá de que el rival supo cerrarse bien cuando fue necesario. Al punto que esa muralla terminó por ser destruida en pocos minutos, ya en el complemento.
Eso sí, Uruguay no se sintió ganador nunca. Y sacó a relucir otra de las claves de este equipo. Porque más allá de estar 2 a 0 arriba, y de que el rival se quedó con uno menos, respetó al rival. Pero, sobre todo, se dio cuenta (como sucede en cada partido) que estaba jugando una final, y que este equipo celeste no puede darse el lujo de sentir que las cosas están liquidadas.
Y corrió, estando 2 a 0 arriba, como loco. Porque Perú podía despertar, o ponerse a tiro, como estuvo cerca de no ser de una tapada en dos tiempos de Muslera.
Uruguay ganó, alcanzó el objetivo de sortear las semifinales, y espera por rival. Sabiendo que no es el mejor del mundo, que tiene limitaciones, y que cada partido es una final. Aunque ahora sí, está a las puertas de escribir otra página histórica, y transformarse en el seleccionado más ganador de la Copa América. Para eso falta un durísimo partido, sea ante quien sea. Y este grupo celeste lo sabe. Porque no tiene el libreto bien aprendido. Lo tiene tatuado en la piel.
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