Paysandú, Domingo 24 de Julio de 2011

Cuando llega la hora de pagar la fiesta

Opinion | 21 Jul Como derivación de la crisis financiera de 2008 y de la resistencia a asumir que es preciso reducir la calidad de vida para adecuarse a la realidad --que ha podido disimularse durante muchos años en base a la burbuja de gastar más que de lo que se podía--, Estados Unidos está en una discusión crucial y se cierne incluso la amenaza de ingresar en un default técnico si no se actúa con responsabilidad por los agentes financieros en base a las medidas que adopte el sistema político en estos días.
Por supuesto, una decisión que surja en Washington no se va a circunscribir a la nación norteamericana ni nada que se parezca, porque lo que suceda va a dar la vuelta al mundo y va salpicar de barro a todos, sobre todo a los países más vulnerables, como Uruguay.
Por estas latitudes los altos precios de las materias primas han obrado hasta ahora como un sostén de la bonanza y crecimientos a tasas impensables hasta hace pocos años, que se siguen dando en países subdesarrollados con ventajas comparativas para producirlos.
Pero en este mundo globalizado se suceden los avatares y lo que ocurra en el Hemisferio Norte termina impactando fuertemente en economías dependientes y vulnerables, como la nuestra, por encima de coyunturas favorables como la que seguimos transitando.
A la vez, como tomador de precios internacionales y por supuesto sin ninguna capacidad para fijarlos o siquiera incidir en su evolución, el Uruguay, sus gobernantes y agentes económicos están muy pendientes del escenario internacional y en pleno conocimiento de que puede generarse un efecto dominó ante una interacción muy dinámica.
Por otra parte, lejos de dilucidarse la crisis socioeconómica y financiera de Grecia tiene en vilo a Europa, porque este país necesita salvataje de las arcas de la Unión Europea y lo que se resuelva en un sentido o en otro puede hacer peligrar la precaria estabilidad en ese continente, donde además hay países como Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España (el grupo de los PIIGS, por sus nombres en inglés), donde las cuentas fiscales siguen preocupando, con fuertes déficit y con resistencias a la adopción de medidas que implicarán altos costos sociales.
La situación en Grecia va a tener un alto costo para la Unión Europea, que resulta imposible de medir cuando las soluciones todavía están en estudio, ante los términos en que se resuelva el salvataje, desde que una condición en extremo generosa a la vez despertaría demandas de un tratamiento similar por España y de quienes le siguen en la lista. Y es aquí donde la situación puede complicarse, puesto que una cosa es rescatar la economía de Grecia y otra la de Italia o España.
Entre las alternativas que se manejan está expulsar a Grecia de la zona euro y volver al Dracma, provocando así una fuerte devaluación de la moneda local. Esto sería aplicar una receta clásica de la economía que siempre ha dado buenos resultados aunque con altísimos costos sociales, pero actualmente es impracticable porque la moneda de Grecia es el Euro. El sostén de este andamiaje es Alemania, que ha hecho bien sus deberes en todos estos años y es pilar de la Unión Europea, junto con Francia, pero esta locomotora está sobrecargada y seguramente los germanos no están muy dispuestos a sacrificios para salvar a quienes todos estos años han vivido una fiesta que no pueden pagar y cuyo costo transfieren a otros.
Y en esto de las fiestas los latinoamericanos tenemos dolorosas experiencias, por cierto, y también muchos traumas cercanos en el tiempo por no haber hecho las cosas que debían hacerse a su debido tiempo, aunque implicaran algún costo social y político que siempre hubiera sido mucho menor que las medidas drásticas que debieron adoptarse después.
Las políticas de tirar la pelota para adelante solo agravan la entidad de los correctivos que deben afrontarse cuando las cosas ya no dan más, y los grandes culpables son los gobiernos que no están dispuestos a asumir los costos electorales de las medidas de contención del gasto, como estamos viendo en los países europeos, y mucho menos abordar las reformas estructurales que permitan contar con instrumentos para ponerse a cubierto de avatares similares en el futuro.
Y hoy en nuestro país no estamos ni por asomo a cubierto de los coletazos de la crisis europea y en Estados Unidos. Tuvimos la oportunidad de hacerlo en la Administración Vázquez, generando un colchón de recursos y espacio fiscal en lugar de seguir aumentando el gasto, como se ha continuado haciendo por el gobierno de José Mujica.
Los mensajes recientes del equipo económico que advierten sobre los problemas que podría surgir en nuestro medio por este escenario internacional de incertidumbres no han admitido hasta ahora que se ha pecado de un exceso de optimismo en base a una situación coyuntural de bonanza, y que estamos expuestos debido a un desenfreno de gasto público que nos puede resultar muy caro si las cosas se revierten en los mercados que hoy siguen pagando altos precios por los commodities.


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