Paysandú, Miércoles 27 de Julio de 2011
Deportes | 25 Jul El dolor por ver el Mundial 2006 sin Uruguay llevó a que en el ámbito de la AUF se comenzaran a sondear nombres para el cargo de entrenador, con el objetivo de comenzar rápidamente un proyecto que pudiera cerrarse con la camiseta celeste en la cita que se llevaría a cabo en Sudáfrica, en 2010.
El 9 de junio de 2006 se daría el puntapié inicial del Mundial de Alemania, pero varios meses antes la AUF anunció, más precisamente el 7 de marzo y por intermedio del presidente Figueredo, que Oscar Tabárez era el elegido para volver a hacerse cargo de la selección nacional.
En la sede de la AUF se anunció que se pretendía un proyecto a largo plazo, con el objetivo de trabajar en la formación de futbolistas a partir de las Sub 15, Sub 17 y Sub 20, impulsando también la participación de jugadores del Interior, algo que hasta hoy está en el debe.
Y este proyecto, este plan maestro, fue aprobado por unanimidad. El 8 de marzo de 2006, un día después del anuncio, se presentó oficialmente a Oscar Tabárez en acto que contó con la presencia del entonces sub director del Ministerio de Turismo y Deportes, Fernando Cáceres, justo cuando el gobierno nacional tenía en la mira al fútbol por diferentes irregularidades.
Tabárez exteriorizó su confianza para iniciar un proceso de trabajo que llevara a Uruguay otra vez a los primeros planos del fútbol mundial.
“Esto me encuentra tranquilo, cosa que me tiene sorprendido. La primera coincidencia apareció cuando me expresaron que el proyecto era a largo plazo. No me imaginaba que pudieran darse las condiciones que yo creía debiera haber para estudiar una propuesta (...) Si me hubieran ofrecido la selección en las mismas condiciones del ‘90 hubiera dicho que no”, dijo Tabárez en aquella ocasión.
“Nuestro fútbol no está en el mejor momento de la evolución histórica, no hemos tenido buenos resultados. No estamos muy bien, pero podemos estar peor. No traigo una solución mágica y apelo al esfuerzo de todos”, respondió a una de las preguntas realizadas.
El maestro afirmó durante su presentación que “las selecciones van a jugar con un 4-3-3, es un sistema que tiene historia en nuestro país”, y que “nos permite jugar con menor potencial técnico y contar más posibilidades de triunfo”.
Tabárez fue más allá con su idea: “todos los grandes equipos hacen una presión colectiva sobre la pelota, saben tener la posesión del balón, tienen esquema de defensa y de ataque, tienen dinámica, son conceptos y sobre ellos tenemos que trabajar desde que son niños, desde los 10 años”.
Cinco años después...
Oscar Tabárez festejó ayer su primer gran título al frente de la selección uruguaya de fútbol. En 2006, el maestro llegó nuevamente a orientar a la Celeste con un plan debajo del brazo, sabiendo que debía corregir errores con respecto a su proceso anterior, y si bien no se alejó de su planificación a lo largo de esta nueva presencia al frente de la selección, sí supo tener cintura para corregir algunos aspectos.
Así, supo alejarse del acartonado anuncio de utilizar el sistema 4-3-3 para todas las selecciones, y adaptarse a la realidad futbolística. Y supo, sobre todo, tomar conciencia de las limitaciones del fútbol uruguayo para darle definitivamente una identidad a su equipo.
Por eso optó por conformar un grupo sobre el que trabajó en base a la unidad, uno de los grandes secretos de este exitoso ciclo.
Y a ese grupo, en el que nadie se siente titular o suplente, le marcó a fuego un estilo de juego.
Porque, más allá de que pueda gustar o no, de que pueda considerarse que este equipo puede también proponer y no salir a romper la propuesta del rival para después pensar en lo que se puede jugar, Uruguay sabe a lo que juega.
Pero más allá de la realidad de la Celeste, que alcanzó nada menos que un cuarto puesto en el Mundial 2010, y que ayer festejó el título de la Copa América, Tabárez se aferró a esa planificación no solo de la selección mayor, sino también a diagramar el trabajo de todos los combinados bajo su mirada, lo que fue respetado más allá de algún cortocircuito que lo tuvo con un pie afuera.
Esto permitió que todas las selecciones brillaran en los Sudamericanos y que se clasificara a todos los Mundiales. Pero además este proceso deja saber que los combinados juveniles tienen experiencia a nivel internacional, y que la base de trabajo permite respirar a la hora de imaginar el recambio generacional que será inevitable.
Pero más allá de todo, también hay que reconocer que los resultados, aun cuando no se jugó bien, ayudaron a mantener en el cargo a un entrenador cuya cabeza se pedía después de la Copa América de 2007.
Los dirigentes respaldaron la continuidad, y la sorpresa celeste en el Mundial 2010 terminó por confirmarlo definitivamente en su puesto, en el que sigue poniendo en marcha aquel plan maestro que presentó en 2006.
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