Paysandú, Miércoles 03 de Agosto de 2011

Como en el Lejano Oeste, la plata o la vida

Opinion | 27 Jul Los recientes asesinatos de comerciantes en Montevideo, cometidos por delincuentes que asaltaron sus locales, dieron lugar recientemente a medidas de protesta de pequeños empresarios nucleados en la gremial de comerciantes minoristas Cambadu, a través del cierre de comercios tanto en la capital como en ciudades del Interior –incluido Paysandú— desde que en mayor o menor medida, la problemática de la delincuencia con sus variadas modalidades de violencia azota a todo el país.
Es decir que no hay nada nuevo bajo el sol si tenemos en cuenta las tendencias que se han manifestado en el país en los últimos años, solo que la constante es el comportamiento cada vez más agresivo de los antisociales, quienes tienen la particularidad de ser violentos con quien sea, con quien piense que se interpone en su objetivo y a veces solo porque sí, cuando son estimulados por el consumo de droga --especialmente la pasta base--, aunque no son todos los casos.
El punto polémico surgido a propósito de estos episodios lo constituyó la “recomendación “ del subsecretario del Ministerio del Interior, Jorge Vázquez, quien instó a los comerciantes a no armarse, y menos aún a resistir el atraco, por cuanto se encuentran ante profesionales del crimen y desalmados que llevan la iniciativa y que no tienen ningún miramiento en disparar contra quien sea, tanto comerciante como clientes o quienes se encuentren circunstancialmente en el lugar, por lo que generalmente quien resulta herido o muere es el comerciante o personas inocentes. Acaso el subsecretario respondería así al exhorto del famoso delincuente apodado “el Pelado”, --el mismo que tuvo en jaque a la policía montevideana hace unos años, cuando era menor--, quien en una entrevista que se le realizara en mayo pasado, tras ser apresado nuevamente luego de recibir dos disparos en un asalto a mano armada, expresó al periodista: “Hoy te matan por ir a robar un pancho y una coca. Antes los que teníamos chumbo y disparábamos éramos nosotros, no los almaceneros. Así no se puede seguir”, y agregó: “¿dónde están los policías que le den seguridad a la gente como para que el humilde comerciante no tenga que armarse, y entonces sí, en una sociedad sana como Dios manda, uno pueda ir a robar como lo hacía antes, con la tranquilidad en la que vivíamos en los tiempos en que los delincuentes éramos pocos y no estaba llenito como ahora?”
Pero lamentablemente las reflexiones del integrante del Poder Ejecutivo, podrían ser de recibo si no fuera quien es, es decir integrante del equipo que conduce nada menos que el Ministerio del Interior, y lejos de tener esta actitud de resignación ante los hechos debería estar promoviendo alternativas a esta pasividad que recomienda a los comerciantes.
Ello indica que más allá de instar a las víctimas a que no se armen porque el remedio puede ser peor que la enfermedad –y de paso facilitarle la cosa a individuos como “el pelado”--, el Ministerio del Interior, el gobierno, está vacío de respuestas válidas a esta problemática, y ese es el punto que precisamente indica que los avances que se han registrado en algunas áreas en cuanto al combate de la delincuencia, suenan más a flor de un día que al convencimiento de que se está en una acción sistemática para encontrarle la vuelta al tema.
Ante estas expresiones de Vázquez, el presidente de Cambadu, Mario Menéndez, al ser consultado por El Observador respecto a si comparte la exhortación de que los comerciantes no deben armarse o resistirse ante un asalto, dijo que “de afuera los partidos se ven fáciles. Pero la realidad muestra otra cosa. No quiero emitir juicios de valor sobre las expresiones de Jorge Vázquez, pienso que lo dijo con la mejor intención. El gobierno tiene derecho a pedir lo que le parezca y nosotros tenemos derecho a salir a pedir que nos protejan y nos cuiden”.
Acotó que “no se puede negar lo que está pasando”, y consideró que nadie puede asegurar cuál será la reacción de cada comerciante en su negocio, pues “en una situación límite ‘guapea el más maula y se tira para atrás el mas guapo’. Nadie de afuera puede decir qué hacer”, y evaluó que al fin de cuentas “la cuestión de armarse o no armarse debe ser de acuerdo al miedo que tenga cada uno”, desde que la ventaja la tiene siempre el que entra a robar.
Destacó que al no tener más alternativas que vivir de su negocio, porque es lo único que sabe hacer, el comerciante “se arma y resiste”, porque “tiene su negocio para subsistir”.
El punto es que esta disyuntiva, tal como está planteada, no tiene alguna salida que no sea dolorosa ni traumática, porque quien está al frente de un pequeño negocio para dar de comer a su familia está en desventaja ante quien lo asalta y ni siquiera le importa su vida.
Este aspecto constituye solo una pequeña parte del vasto escenario de circunstancias inherentes a la inseguridad que campea en el país, y sin dudas que si bien no hay soluciones mágicas, lo menos que debería esperarse es que en lugar de dar consejos prescindentes como dejar que se lleven en un momento todo lo que ha llevado una vida de trabajo reunir, los representantes del Estado y el gobierno asuman su cuota parte de responsabilidad en el tema, que es mucha, y demuestren con hechos que realmente están haciendo algo más o menos positivo para revertir este panorama.


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