Paysandú, Jueves 04 de Agosto de 2011
Opinion | 29 Jul Recientes datos divulgados por el Banco Central del Uruguay correspondientes al mes de junio y lo que va del presente año indican que estamos ante una sistemática caída de competitividad del Uruguay respecto a los países de la región e incluso de sus socios del Mercosur.
La entidad rectora en materia monetaria, en el marco del seguimiento que efectúa de los parámetros económicos, indica en su informe que se registró una nueva caída del tipo de cambio real durante junio de este año, con un decrecimiento de casi uno por ciento que significa la segunda caída consecutiva del indicador luego del aumento del uno por ciento durante abril.
El índice del tipo de cambio real efectivo calculado por el Banco Central muestra la evolución de los precios de otros países respecto a los de Uruguay, expresados todos en la misma moneda.
Es así que se tienen en cuenta los precios de todos los países que tienen relaciones comerciales con el Uruguay, dándole mayor importancia a los de las economías que más vínculos tienen con el país, y precisamente ha surgido de los datos comparativos que una caída del tipo de cambio real trae aparejado que los precios domésticos crecieron más que los de otros países, medidos en una misma moneda.
Es decir que nos encontramos ante una apreciación de nuestra moneda por encima de la de los vecinos, lo que por supuesto favorece las importaciones y encarece nuestras exportaciones. Ello no debería preocupar si estamos ante situaciones aisladas y temporales, pero el punto es que esta tendencia se sigue dando en forma sistemática ya desde hace años, y ello hace que nuestros productos pierdan competitividad en los mercados internacionales.
En el caso particular de junio último, la caída del tipo de cambio global efectivo del uno por ciento concordó con la apreciación del peso por la misma magnitud, y ello puede utilizarse con buen tino para evaluar como variaron los costos relativos del país respecto a los de sus principales socios comerciales, pero debe precisarse que también hay otros factores que tienen influencia –en menor medida— desde que influyen la eficiencia, la productividad, los costos internos y la escala de producción, entre otros factores.
Pero a grandes rasgos, y en forma sistemática, los datos revelan que Uruguay se está encareciendo para los que importan nuestros productos, sobre todo para los que tienen valor agregado, y a la vez abaratando para quienes nos exportan, que además en muchos casos compiten con productos similares de nuestra fabricación, y por ende conspiran contra las fuentes de trabajo nacionales.
Tenemos que durante 2011 la caída de la competitividad de nuestro país ha sido del orden del cinco por ciento, desde que la baja ha sido sistemática en todos los meses, salvo en abril, cuando el tipo de cambio aumentó un uno por ciento. Surge así que el fenómeno aludido es consecuencia de una inflación del 4,7 por ciento acumulada a junio y una apreciación del peso del 8,5 por ciento durante el mismo período, lo que indica que medidos en la misma moneda, los precios en Uruguay subieron un cinco por ciento más que los de sus socios comerciales durante los primeros seis meses del año.
Con Brasil, que tiene un proceso similar al nuestro, la caída de competitividad en lo que va del año ha sido de poco menos del dos por ciento, pero en el caso de la Argentina hemos perdido casi un diez por ciento en lo que va del 2011, desde que el vecino país tiene una política cambiaria distinta a la de Uruguay y Brasil, mantiene subsidios y no transparenta su economía, al mantener artificialmente precios internos por debajo de los internacionales.
Este panorama de deterioro de la competitividad de nuestras exportaciones es mucho mayor con los países de afuera de la región, y nuestras exportaciones se siguen sustentando en commodities que tienen cotizaciones sostenidas en los mercados internacionales para los que nuestro país cuenta con ventajas naturales para competir, y ello permite disimular ineficiencias y costos inflados por efectos de la inflación y la depreciación del tipo de cambio.
Nuestros exportadores ven así seriamente deteriorada su rentabilidad por efectos de crecientes costos internos y menor cantidad de disponibilidad de dinero a la hora de convertir los dólares a pesos, por una política económica que sigue utilizando el ancla cambiaria en procura de contener la inflación, que igualmente se dispara por efectos de múltiples causas, empezando por salarios que siguen creciendo en dólares, como así también las tarifas de servicios públicos, además de la energía, entre otros insumos que no logran ser “aplanados” por el dólar planchado.
Ello acota el margen de maniobra del gobierno, que sigue gastando por encima de sus posibilidades y de lo que indica la prudencia, en lugar de intentar contener el gasto público para reducir los costos del Estado sobre los sectores productivos de bienes y servicios, de forma que tengan aire para mejorar su competitividad, antes que sean devorados por los competidores, a los que en otras latitudes en cambio se defiende como sostén irreemplazable del tejido socioeconómico que son.
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