Opinion | 01 Ago Este mes el Senado de la República abrirá un concurso para llenar 30 plazas vacantes. Los puestos a concursar estarán en las áreas de administración e intendencia. Se estima que 15 plazas serán para el servicio de cafetería y otras 15 plazas para puestos de administración.
Los sueldos son muy atractivos: entre 28.000 y 31.000 pesos. Además, los nuevos funcionarios tendrán derecho a prima por permanencia en el cargo, prima por antigüedad y prima por compromiso con la gestión. Cada una de ellas está reglamentada según el tiempo de trabajo.
Los atractivos sueldos hacen prever que, como en anteriores llamados, se inscribirán miles de personas. Habrá distintas etapas y todas ellas serán públicas y accesibles a toda la ciudadanía. La selección tendrá un sorteo inicial y luego pruebas eliminatorias.
El nuevo llamado ya causó malestar en diversas áreas. Los sueldos de los funcionarios del Senado cayó como balde de agua fría en los judiciales, que están enzarzados en una dura polémica por los aumentos salariales, reestructura y posibilidad de lograr un convenio colectivo. Representantes de la Asociación de Funcionarios Judiciales compararon, durante su presencia en la comisión de Presupuesto de Diputados, sus salarios con los del Palacio Legislativo. “Por supuesto que nadie acá está en desacuerdo en que hay que corregir las inequidades salariales del Estado. Nosotros tenemos un salario de ingreso de 14.500 pesos nominales y nos gustaría venir a servir café a los legisladores por 31.000 pesos. ¡Por favor! Yo tengo 38 años de trabajo, soy jefe de sección, cargo al que accedí por concurso, y gano 22.000 pesos nominales. Si me hacen un lugarcito, capaz que vengo”, dijo el dirigente Raúl Vázquez. Obviamente, quién no desea ganar un buen sueldo por seis horas desempeñando una labor simple. Mejor... imposible. Mientras esos sean los sueldos de algunos funcionarios públicos, ese seguirá siendo el sueño de casi todo uruguayo. Además de reforzar las inequidades salariales con el sector privado e incluso dentro del propio Estado, resulta una mala señal para los jóvenes que están estudiando, o pensando qué camino emprender, quienes quizás perciban que no vale la pena esforzarse en capacitarse en áreas en las que tendrán que trabajar duro, y probablemente no alcancen tales sueldos.