Paysandú, Domingo 07 de Agosto de 2011
Opinion | 02 Ago El desempleo en niveles históricamente bajos para el país es un buen parámetro a tener en cuenta para la sociedad uruguaya y el país, desde que implica que se ha integrado un mayor número de personas al mercado de trabajo, que se traduce en mejor la calidad de vida de la población en su conjunto por contarse con nuevos o mayores ingresos, a la vez de generarse una mayor masa de circulante en plaza. Paralelamente, implica que hay sectores de la población que gradualmente están saliendo de la marginación.
Existe a la vez un núcleo “duro” de uruguayos que tienen otros modos de subsistencia, que dependen por ejemplo de los programas de asistencia social del gobierno, o que directamente permanecen en la indigencia por decisión propia.
Pero no es bueno que la mejora en el empleo y en la situación de miles de personas dependa de lo que pueda proporcionar el Estado, por ejemplo inventando trabajos con la única justificación de pagar sueldos, porque esto sólo es sostenible mientras las condiciones económicas son favorables, tal como ocurre actualmente. Si bien tales empleos pueden ser una buena forma para incorporar hábitos de trabajo en personas que muchas veces no los tienen, a la vez de enseñar a trabajar en equipo y ser “empresarios” --como en el caso de las cooperativas creadas por el Mides--, también es cierto que son parte de los costos del Estado y por ende, del “costo país” que tanto daño le hace a la producción nacional. Por otra parte, es un sistema válido en la medida que estas “empresas”, luego de un tiempo prudencial demuestren ser autosuficientes, eso es, desvinculándose del Estado.
Por otra parte, cientos de miles de uruguayos, aún con empleo, se debaten en el límite de la pobreza, por cuanto los ingresos que perciben no permiten una mejora sustancial en su nivel de vida, por lo que sigue pendiente la evolución necesaria en la calidad del empleo para que la mejora de la economía se haga sentir en la medida que se necesita. Para estas familias peligra la estabilidad de su fuente laboral tan pronto sufra alguna variación el escenario socioeconómico del país, desde que el Uruguay sigue altamente vulnerable a los avatares externos.
Un estudio publicado por el diario capitalino El Observador, al analizar el mercado de trabajo y la situación de las familias uruguayas, revela que para el promedio del país existe una barrera, que denomina la de los “diezmilpesistas” (diez mil pesos por mes), cuyos empleos están sujetos dramáticamente a los vaivenes de la situación económica, y que con este nivel de ingresos apenas están haciendo equilibrio en la línea de pobreza. En el Interior es aún mucho mayor el número de quienes perciben remuneraciones por debajo de esta cifra.
El matutino revela que aún cuando los números macroeconómicos “vuelan”, hay más de 800.000 uruguayos que viven con menos de 10.000 pesos por mes (la gran mayoría en el Interior) y para quienes el llegar a fin de mes es una verdadera prueba de supervivencia, lo que contrasta con el hecho del crecimiento del país –no desarrollo— a tasas chinas, del orden del 8,5 por ciento anual.
Este crecimiento sin desarrollo es precisamente la condicionante más severa para la sustentabilidad del empleo, de los “diezmilpesistas” que en el Interior son de cinco, seis y siete mil pesos, cuando hablamos de cajeras, guardias de seguridad, empleadas domésticas, sectores de empleados de comercio y servicios, entre otras áreas. Lo que es peor, en la mayoría de los casos no se trata de remuneraciones caprichosas, sino que responden a la situación de empresas que están trabajando con márgenes muy acotados de rentabilidad, en el mejor de los casos, mientras el Estado sigue demandando más y más recursos. De ahí que estemos ante un círculo muy difícil de romper si el crecimiento no se acompaña de desarrollo, que debe pasar por reformas estructurales que se han postergado, cuando el mejor momento para hacerlo es en épocas de bonanza como la actual, y por limitar el gasto del Estado, para que puedan recomponerse los sectores reales de la economía, esos que no están en condiciones de pagar más a los trabajadores de la actividad privada, porque la mayor porción de la torta se la sigue llevando el Estado, para gastar demasiado, y mal.
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