Paysandú, Lunes 08 de Agosto de 2011
Opinion | 08 Ago Ha pasado casi un año desde que se conocieron los últimos resultados de las pruebas internacionales de evaluación, según las cuales el 42 por ciento de los estudiantes uruguayos de 15 años no tiene los aprendizajes básicos necesarios para integrarse a la sociedad, y que sitúan a Uruguay como el cuarto país con más repetición de los 65 examinados a través de este sistema.
Indica el informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) que en el área de lenguaje, el 42% de los estudiantes de 15 años no supera el “umbral de competencia”, mientras que en matemáticas el 48% está por debajo de ese límite y en ciencias el 42,6% tampoco lo alcanza.
En contraste, el promedio de alumnos que no sobrepasa este umbral mínimo es de 20% en los 33 países que integran la organización de comercio internacional OCDE (los más desarrollados), por lo que en este aspecto Uruguay se ubica incluso por debajo de países a los que supera en el promedio global de las pruebas de evaluación.
Según los parámetros que se tienen en cuenta en esta evaluación, los alumnos bajo el umbral de competencia “no son capaces de hacer inferencias ni deducciones en las pruebas de lectura y sólo comprenden textos cortos y relacionados con un contexto que les sea familiar”. En matemáticas, “sólo hacen operaciones conocidas y no generan estrategias propias para resolver problemas”.
Los datos de PISA corresponden a 2009, estudio que se realizó en Uruguay a través de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), y según indica, la proporción de alumnos con mal desempeño ha aumentado de forma sostenida desde 2003 a 2009.
El comparar internacionalmente resultados en niveles de la enseñanza en nuestro país tiene un valor relativo, desde que el problema serio lo tenemos sobre todo hacia lo interno, es decir el sostenido descaecimiento de la calidad de una enseñanza que está no solo desactualizada en cuanto a la formación para la inserción laboral, sino que ha retrocedido, la deserción ha aumentado y refleja una caída en valores que no puede traducirse únicamente en las pruebas de matemáticas, lectura y ciencias.
De acuerdo a datos divulgados en las últimas horas por El País, este año solo el 8,3% de los estudiantes que entraron a la Facultad de Ingeniería demostraron un nivel de conocimientos básico para desempeñarse en la universidad, un guarismo que cayó a la mitad desde 2010.
El informe de la Herramienta Diagnóstica de Ingreso (HDI) 2011 divulgado el viernes --una evaluación a los estudiantes de primer año en matemática, física, química y comprensión lectora que realiza la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República--, mostró un descenso en los conocimientos de los alumnos que egresan de la enseñanza media.
Según concluye el informe 2011, “se continúan diagnosticando grandes carencias en las competencias básicas de los ingresantes, no apreciándose mejoría en ninguna de las áreas”.
Lamentablemente, seguirán sucediéndose, tal como están planteadas las cosas, estos resultados adversos, si tenemos en cuenta que los organismos de dirección de la enseñanza, en los que la Ley de Educación ha dado creciente poder a los gremios docentes, siguen afrontando sin respuestas el desafío de adecuar nuestro sistema educativo a los requerimientos del país, sobre todo en el área laboral y técnica.
Lo más preocupante es que el tema no está siquiera planteado en su real trascendencia, se ahondan las diferencias de calidad entre los institutos públicos y los privados, además de un desnivel pronunciado en desmedro de los sectores de contexto crítico, lo que da la pauta de un retraso sustancial en la enseñanza media y pública.
Incluso, al conocerse estos resultados comparativos con el escenario internacional, hubo autoridades de la enseñanza que se encogieron de hombros, relativizándolos, y hasta hubo un jerarca que propuso trabajar en incorporar un observatorio propio, de carácter regional, cosa de que no saliéramos tan mal parados respecto a los estudios que se desarrollan en otros países, lo que es lo mismo que ocultar la cabeza en un agujero para ignorar la realidad y seguir en la misma.
Y este escenario no se revierte simplemente con mayor afectación de recursos sino mediante un replanteo profundo en todos los niveles de la educación, pasando primero por el diagnóstico, para luego determinar objetivos y mecanismos para lograrlos, que es lo que hasta ahora no se ha hecho porque no se ha asumido en toda la gravedad la problemática.
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