Paysandú, Martes 09 de Agosto de 2011
Opinion | 06 Ago Recientes datos dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que la tasa de desempleo de todo el país descendió al 5,5 por ciento en mayo, lo que significa una caída de casi un punto porcentual respecto al mes de abril, desde que este índice se situaba entonces en el 6,4 por ciento.
Indica además que el mayor descenso del desempleo se concretó en el Interior, al pasar a ser de un 5,1 por ciento, es decir un nivel históricamente bajo en un país en el que la mayor ocupación siempre se ha dado en Montevideo.
Notoriamente se vincula esta mejoría en el empleo con una mayor actividad económica en el período, al crecer las oportunidades de trabajo para el ciudadano común, pero es evidente que en el caso de Paysandú, por considerar lo que nos toca de cerca, la realidad que vivimos a diario se presenta como muy diferente a lo que surge de las estadísticas, si tenemos en cuenta que de acuerdo a las mediciones que se hacen en el Uruguay se considera como empleadas a personas que han realizado “changas” en un período cercano de tiempo al momento en que se le realizó la consulta. No es una novedad, desde que se ha hecho siempre de esta forma y no fue un invento de este gobierno, pero nos da la pauta de que estamos ante una evaluación engañosa de la situación que viven miles y miles de familias, en que se cuenta con ingresos de ocasión, y sobre todo con un fuerte sector informal.
En el caso de Paysandú, si bien no se cuenta con estadísticas oficiales que se hayan divulgado sobre nuestro departamento, es notorio que este cinco por ciento de desocupación dista un abismo de lo que percibimos diariamente en nuestras calles, donde proliferan los cuidadores de motos, entre otras ocupaciones, como así también los que hacen “changas” en lugares inverosímiles, los que hacen colas de cuadras o envían miles de currículas cuando se hace algún llamado público o privado para ocupar cargos, y donde además miles de personas tienen su modus vivendi en el cruce a Colón para traer mercadería que luego comercializan en nuestras calles.
Y mal que pese, a ojo de buen cubero pero seguramente con muy poco margen de error, debemos convenir en que el panorama se mantiene incambiado desde hace años, y que la bonanza económica que se presenta en los números de la macroeconomía todavía no ha llegado a vastos sectores de la población, que siguen desenvolviéndose sin empleo formal, sin ninguna seguridad y que en algunos casos recibe asistencia del Mides que no los saca de la precariedad.
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