Opinion | 05 Ago Desde hace unos dos meses se encuentra en reconstrucción un tramo de la Ruta 90, a través del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, más precisamente en el trayecto que va desde Piedras Coloradas hasta el empalme con la Ruta 25, a la altura de Algorta, con lo que se incorporará una sensible mejora en un trazado que presenta serias carencias y que peor aún, es un grave riesgo para el tránsito en la zona.
Estamos ante una ruta que ha quedado obsoleta ya desde su construcción, debido a su ancho insuficiente y a la vez presenta una problemática deficiente en cuanto a la preservación de su pavimento en varios tramos, cuando ha soportado un tránsito muy fluido por la conexión directa que tienen Guichón y poblados intermedios con la capital sanducera.
Ocurre que a partir de la explosión de la producción de madera en la zona, esta ruta se ha visto sobrecargada sensiblemente y se ha deteriorado rápidamente, a la vez de acentuarse el factor de riesgo de su ancho insuficiente cuando circulan pesados camiones, ómnibus y otros vehículos de porte, incluyendo a veces maquinaria agrícola, lo que explica que se tenga un margen de maniobra muy acotado y deba circularse con precauciones adicionales.
A ello se suma el problema del encandilamiento por el sol sobre todo en las primeras horas de la mañana y al caer la tarde, al tener un trazado de Este a oeste, por lo que debe convenirse que esta vía de tránsito es de las más peligrosas del país, no solo de nuestro departamento, por lo que es bienvenida toda obra que tienda a superar estas deficiencias.
En este caso el reconstruir a nuevo un tramo de 23 kilómetros, con trabajos que se extenderán por unos quince meses, con el correspondiente ensanche que estaba pendiente, viene a contemplar por lo tanto un reclamo cada vez más imperioso de los sanduceros y sobre todo de los usuarios de esta ruta, aunque llega tras un alto costo en vidas y siniestralidad que pudo haberse evitado con una respuesta más rápida.