Paysandú, Miércoles 10 de Agosto de 2011
Opinion | 06 Ago En el marco de la instrumentación del proyecto Agua para la Producción Animal, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca ha recibido poco más de dos mil propuestas, por una inversión del orden de los 20 millones de dólares, con vistas a la incorporación de infraestructura que les permita asegurar el aprovisionamiento de agua para explotaciones agropecuarias, fundamentalmente en la ganadería de carne y leche.
Si como se espera, se aprueba el 95 por ciento de los proyectos presentados, el gobierno aportará recursos públicos por unos doce millones de dólares, en tanto el resto será una contraparte de los productores. A la vez los tamberos de nivel familiar recibirán un subsidio de 80 por ciento y el resto de los productores se beneficiará de un 50 por ciento, en tanto las obras multiprediales tienen la posibilidad de alcanzar un subsidio del 90 por ciento, según da cuenta El Observador.
El proyecto surge de una iniciativa ministerial y se dirige principalmente a promover el concepto del uso multipredial de infraestructuras que se puedan compartir para el acceso al agua, y de acuerdo a lo manifestado por el titular de la referida cartera, Tabaré Aguerre, estas acciones compartidas resultarán fundamentales “cuando intentemos desarrollar una política de riego basada en el almacenamiento de agua con un enfoque territorial”.
En esta iniciativa particular se cuenta con el apoyo de Conaprole en asesoría técnica, administrativa y legal a socios en la presentación de propuestas con soluciones a problemas de suministro de agua, distribución y riego en predios lecheros familiares.
Estas acciones, tal como se presentan en esta oportunidad, comprenden zonas densamente pobladas de productores, como es el caso de la cuenca lechera del sur, pero denota una actitud que rompe con moldes de prescindencia con que hasta ahora se venía desenvolviendo el Estado y hasta los propios productores en la materia, por cuanto las inversiones para racionalizar el uso del agua, tanto en su almacenamiento como en su distribución, no han formado parte de la cultura del productor promedio.
En este caso se cuenta con el apoyo financiero del Banco Mundial, e incluye en este proyecto básicamente el agua de abrevaderos y para distribución para tamberos, pero evidentemente estamos ante una problemática mucho más vasta, que comprende no solo tamberos y ganadería de carne, sino que debe apuntarse a la sustentabilidad de otros emprendimientos en el área de granja, frutales, y cierto tipo de agricultura, en un país donde la cultura de riego está muy acotada y solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, o mejor dicho, cuando no llueve.
Debemos tener presente que en el verano dábamos cuenta de que estaban llegando a San José los primeros camiones cisterna del Ejército para el consumo de los productores de pequeños establecimientos cuyos pozos se secaron, y desde la oposición se pedía al gobierno que declarara la emergencia agropecuaria para todo el país.
Las consecuencias de la prolongada sequía era la faltante de raciones, pero esta es solo una parte del problema cuando estamos ante déficit hídricos sostenidos, que son frecuentes en un país que depende eminentemente de las producciones primarias del agro, y donde la tecnificación, que va de la mano con las posibilidades de efectivamente incorporar elementos de prevención para situaciones como las que nos ocupan, ha sido muy limitada. Ocurre que demanda recursos económicos que en muchos casos no son posibles de afrontar para los pequeños productores y porque además hay carencias de infraestructura en institutos técnicos, elementos de diagnóstico y líneas especiales de crédito para amortización en plazo que augure un retorno efectivo de la inversión.
Estos parámetros también van de la mano, sin dudas, con una falta de conciencia de muchos productores respecto a la importancia de generar una cultura del agua, de acumular reservas para la disponibilidad del vital elemento en situaciones críticas, que no comprende solo acumular –lo que requiere obras que no son precisamente baratas— sino de infraestructura para su posterior explotación, como un factor ineludible en la ecuación económica costo-beneficio.
No es fácil, igualmente, extender este criterio a la pecuaria y otras explotaciones agrícolas, cuando además la irregularidad del clima hace que a una sequía a los pocos años y a veces en forma inmediata siga una inundación y viceversa.
Pero no puede obviarse que sobre todo con un agro que atraviesa en este momento por un período de bonanza, en base a sentido común, y en un marco de coordinación y apoyo del Estado, debería adoptar cuanto antes acciones para evitar situaciones traumáticas cuando el clima le juega una mala pasada, mediante incorporación de infraestructura para el riego y el abastecimiento de agua, con una estrategia integral de gestión.
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