Paysandú, Viernes 12 de Agosto de 2011
Locales | 09 Ago Es ciertamente muy conocido el cúmulo de hechos a los cuales ha dado lugar en fechas recientes el asunto conocido como “Proyecto Aratirí”, que inversores extranjeros plantearon al Poder Ejecutivo durante la gestión del anterior gobierno (aunque conocida durante la gestión del actual). Refiere, muy sucintamente señalado, a la existencia de yacimientos de hierro en determinados lugares del territorio nacional y a su interés para que se les permita extraerlo y exportarlo, lo cual generaría, además de la utilidad que recibiría la empresa promotora de la inversión, ingreso de recursos para las arcas públicas y creación de fuentes de trabajo para la zona del respectivo emplazamiento de dicho material; pero, en contrapartida, además de su incidencia sobre el medio ambiente (aún en proceso de estudio por la repartición técnicamente especializada en la materia) transformaría de manera importante para el futuro a dicha zona, hoy dedicada a la producción agropecuaria, terminada que sea la explotación minera referida.
Obviamente quien escribe no es especialista en tal materia, técnicamente sin duda muy compleja; por tanto, no es su propósito emitir opinión acerca de si se debe o no habilitar el funcionamiento del referido proyecto. Pero sí considera que corresponde emitir la siguiente opinión sobre asunto tan importante: que es indispensable, cualquiera sea la decisión final gubernamental, que ella sea precedida de solvente asesoramiento técnico que asegure que la respectiva decisión se emita sobre la base de ajustarse al superior interés de la colectividad.
Por ello se debe señalar que fueron razonables las dudas que se han emitido desde sectores políticos opositores acerca de si es conveniente acceder a lo solicitado. Y por encima de ello también lo fue el claro interés en disponer de amplia información al respecto, algo que insólitamente no fue inicialmente bien recibido por integrantes del sector político gubernamental, aunque finalmente el Poder Ejecutivo ha considerado pertinente que el gobierno y la oposición constituyan un grupo de trabajo que ha de abordar en profundidad el análisis de asunto tan importante, para determinar en forma conjunta si existen fundamentos que permitan definirlo como ajustado al interés nacional.
El episodio trae el recuerdo de anteriores comentarios periodísticos insertos en esta columna, y en particular el publicado bajo el título “Somos impacientes e imprevisores” hace ya mucho tiempo, el 4 de noviembre de 2003, en el cual se señaló con preocupación “la poco generalizada conciencia de la necesidad de procurar prever con suficiente antelación cuáles han de ser en el futuro no inmediato las circunstancias, favorables o adversas, a enfrentar, para encarar oportuna y con suficiente antelación la tarea de prevenir, y más concretamente de planificar, los futuros emprendimientos, acciones o prevenciones a abordar”.
Por ello se aludió allí a continuación, al hecho de que “la mayoría de los compatriotas se preocupa fundamentalmente por las cuestiones que deberá encarar o resolver inmediatamente, o a lo sumo en el plazo medio, casi nunca en el largo plazo. Y al prevalecer tal tesitura en su inmensa mayoría el fenómeno también se da, lo cual es lamentable, en la ejecutoria de los poderes públicos, pues obviamente quienes ejercen las funciones de gobierno y dirección en todos los órdenes de la actividad nacional tienen la formación aquí prevaleciente”.
Fue sin lugar a ninguna duda lo que se dio en caso concreto relativo a la forma en que las autoridades habían hasta ahora manejado el asunto “Aratirí”.
Pero, afortunadamente, los planteamientos que se hicieron desde diversos sectores lograron que finalmente se advirtiera la indispensable necesidad de abordar en profundidad el estudio del tema, cualquiera fuera el tiempo que ello insumiera, actitud que sin duda es lo que corresponde, y se ajusta al superior interés nacional. Es deseable que se comprenda que tal debería ser la tesitura habitual de quienes gobiernan y que no sigamos siendo un país de impacientes, a cuyos integrantes en general, como entonces aquí también se sostuvo, no “les gusta esperar ni siquiera aquellas fórmulas o soluciones que es indispensable lograr, pero que requieren ser previstas, analizadas y planificadas con antelación suficiente para que su efectiva realización llegue en el momento oportuno, para que el grado de eficacia de su presencia sea mayor, además para que en esa forma hasta su costo sea soportado con menor intensidad”.
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