Paysandú, Sábado 13 de Agosto de 2011
Opinion | 10 Ago En más de una oportunidad nos hemos referido en esta página editorial a cambios culturales que se manifiestan en la población, en una diversidad de áreas, en algunos casos consecuencia directa de tener la posibilidad de un mayor acceso a bienes y servicios por efecto de una mejora en el poder adquisitivo de determinados sectores como “derrame” de la mejora económica.
Por supuesto, estas posibilidades no se han distribuido por igual en todos los grupos de la población, desde que hay sectores todavía postergados, y tenemos así que en estratos de ingresos fijos, como los asalariados, la evolución ha sido distinta entre los trabajadores organizados, sobre todos los asalariados públicos, y quienes trabajan en áreas que no tienen la posibilidad de presionar, por lo que en realidad ha habido una transferencia de recursos desde otros sectores de la economía, incluyendo a los dependientes no organizados, en favor de las organizaciones y corporaciones que han obtenido beneficios presionando sobre el gobierno de diversas maneras.
Igualmente, en el promedio, tenemos que como consecuencia de este escenario, por la mayor disponibilidad de dinero, por un cambio cultural y también por una oferta de créditos muy amplia, ha hecho presa en buena parte de la población el afán del “téngalo ya”, como reza la propaganda televisiva, y es así que están proliferando las casas de crédito, muchas de ellas dependientes de los propios bancos, para acceder a un segmento de la población que había sido descuidada por la intermediación financiera.
La consecuencia de este escenario es disímil, de acuerdo a la economía de cada uno, pero por lo general puede afirmarse sin temor a equívocos que buena parte de la población está sobreendeudada, y que encima deudas sobre deudas, incluyendo la “calesita” entre crédito y crédito, para alimentar esa necesidad de acceder de inmediato a bienes diversos en el hogar. Ello redunda en que quede escaso margen para otras necesidades y gastos corrientes, lo que lleva a que decenas de miles de hogares lleguen con peripecias a fin de mes.
Por otro lado, quienes no están inmersos en este afán de consumo, y que apuestan al ahorro, porque tienen capital y medios para hacerlo, naturalmente, se encuentran ante la paradoja de que no encuentran rentabilidad segura para su capital, al no disponer de un medio por excelencia para obtener rentabilidad para sus ahorros, como resultaba hasta no hace mucho volcarse a dólares para tener por lo menos asegurado el capital, aunque con menor rentabilidad que si se lo depositara a plazo fijo en moneda nacional.
La crisis bancaria de 2002 había cambiado ya este panorama, pero lentamente se ha estado volviendo al banco, a sacar los ahorros del colchón, para ponerlos primero en cuenta corriente, de acceso inmediato en caso de riesgo, y con menor énfasis en el plazo fijo.
Pero ocurre que el respaldo del dólar como refugio ha cambiado, y salvo saltos como el actual y de duración dudosa, el posicionarse en dólares desde hace más de un año que está arrojando rentabilidad negativa para quienes se vuelcan a esta moneda, y tenemos así que según informa el suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, en el último año desde el punto de vista de los ahorristas la peor situación consistió en sostener una posición líquida pero guardando dólares o depositándolos a la vista en un banco.
La caída de cotización de la divisa ha hecho que en un año se registrara una pérdida en dólares del 9,4 por ciento, al pasar la cotización de 20,40 a 18, 50 pesos; pero si a ello le agregamos la inflación del 8,6 por ciento, convendremos en que los ahorristas en dólares han perdido al cabo de un año un 15,8 por ciento, si no tenemos en cuenta el pico de estas horas, que tal vez efímeramente ha atenuado la pérdida. Quienes han optado por la moneda nacional han salido un poco mejor, pero los intereses del orden del cinco por ciento no han alcanzado tampoco para cubrir la inflación del 8,6 por ciento del período, lo que pone a los ahorristas en la disyuntiva de buscar cierta seguridad para mantener el poder adquisitivo del capital, en tanto como contrapartida el dinero sigue siendo muy caro para quienes pretenden acceder a créditos, superando varias veces la inflación, en las financieras que ofrecen dinero para el consumo minorista.
Acaso la Unidad Indexada, que refleja en su cotización la evolución de la inflación, sea una alternativa menos mala y ello se percibe con algún aumento que han registrado sus depósitos, pero no en la magnitud que sería de esperar ante los elementos expuestos. Por lo tanto tenemos que la buena parte de los depósitos consiste en capitales que han perdido valor, y no extraña que ante este nudo gordiano haya quienes opten por volcarse a bienes duraderos, como inmuebles o terrenos, aunque siempre con el riesgo de que se esté comprando a valores de “burbuja” y que luego haya retorno dudoso cuando se quiera pasar a liquidez el bien si las circunstancias lo hacen menester.
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