Paysandú, Domingo 14 de Agosto de 2011
Opinion | 13 Ago Hace pocos días, operadores privados en el área de las energías renovables para producir electricidad alertaban que está en riesgo la meta de lograr en poco más de dos años 200 megavatios de generación eléctrica en base a estos impulsores, debido a la falta de atractivos que ofrece UTE a los inversores, por cuanto cuando se llevan a la práctica las ideas se han encontrado con que el precio establecido por megavatio hora no es sinónimo de rentabilidad para los emprendimientos de este tipo.
Y cuando se especula con pagar un dólar más o un dólar menos a estos inversores, debido a nuestra escasez de potencia de generación hemos seguido comprando energía cara a los países vecinos. A la vez, al contar con poca hidraulicidad en los embalses –lo que ocurre más de una vez al año— el recurso de generación térmica en base a petróleo implica un sustancial encarecimiento. Por lo tanto, esta política de retaceo de pago a los inversores es suicida si realmente el Estado apunta a revertir el déficit de generación y reducir dependencias en la materia de generación.
Por ello debe considerarse como un paso adelante entre tantas incongruencias la decisión conocida en las últimas horas sobre la aprobación del Directorio de UTE de un incentivo para lograr una mayor captación de proyectos de biomasa en su licitación. Ahora propone el pago de 110 dólares el megavatio hora a quien concrete el proyecto antes de 2014.
Así lo indicó a El País el director del organismo, Gerardo Rey, quien acotó que se está evaluando el precio a pagar para proyectos de generación de entre 20 y 50 megavatios de potencia que no están contemplados en la licitación abierta y que se han replanteado ante el interés de empresarios en emprendimientos de mayor potencia.
Debería estar en la tapa del libro que en lugar de topear potencias para los proyectos y regatear precios por un lado, mientras se pagan cifras siderales por la energía importada, se generen alternativas reales y un paquete de atractivos para que los inversores puedan aportar el máximo de electricidad a su alcance en base a energías renovables, en lo posible con potencias firmes, pero también por el mercado spot (ocasional), como está generando la empresa sanducera Azucarlito, cuando los precios hacen atractivo venderle a UTE.
Por supuesto, estamos en todos los casos ante emprendimientos de riesgo, es decir que el empresario coloca su dinero donde entiende que le aseguran un mínimo de rentabilidad, con suficiente retorno como para amortizar la inversión en determinado plazo y obtener ganacias a partir de un lapso razonable, porque ese es el quid de la cuestión y así se mueve el mundo.
Por otro lado, deben desarrollarse políticas de Estado con una visión estratégica para obtener --por medio de la inversión-- lo que más le sirve al país, y esa debería haber sido desde un primer momento la orientación de UTE a sus licitaciones, en lugar de decir una cosa en consonancia con las directivas del gobierno nacional pero en los hechos hacer otra, al no ofrecer a los inversores un precio atractivo.
En otros países, al ser parte de una política de Estado y de interés nacional, no solo se pagan los mayores precios posibles por esta energía sino que a la vez se han incorporado atractivos de tipo fiscal y hasta subsidios, por cuanto el contar con potencia de generación para atender la demanda de electricidad se enmarca en una visión estratégica fundamental en el área energética.
En esta oportunidad, el Directorio de UTE intenta recomponer políticas prescindentes en la materia, que ha hecho perder un tiempo precioso que ahora se intenta recuperar con un golpe de efecto para tratar de tener en 2014 una potencia en biomasa que se podía haber obtenido racionalmente si se hubieran instrumentado en su momento acciones de estímulo.
Por cierto que estas idas y venidas, con señales contradictorias para las inversiones en el área energética, están en las antípodas de lo que se requiere, desde que los empresarios con capitales de riesgo necesitan reglas de juego claras y estables, en las que se transmitan marcos duraderos que indiquen un rumbo invariable y sin avatares.
Es de esperar que en esta oportunidad se haya aprendido la lección, que nos ha costado tiempo, dinero y más vulnerabilidad, cuando se tenía a mano todas las herramientas para actuar diligentemente.
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