Opinion | 13 Ago Las manifestaciones estudiantiles que se están registrando en Chile contra el gobierno de Sebastián Piñera reclaman “gratuidad” universal en la enseñanza, a lo que el mandatario ha respondido que “nada es gratis en la vida”, aunque muchos proclamen que es así.
Cuando se regala algo, en el ámbito que sea, es porque de una u otra manera alguien ha pagado por ello, desde que todavía no hemos llegado a la generación espontánea de bienes y dinero, y se transfiere a otros, estén o no de acuerdo, el costo de lo que se regala.
En este caso el jefe de Estado ha recordado a los estudiantes que un sistema de educación pública gratuito para todos significa que “si le damos educación gratuita al diez por ciento favorecido, lo que haríamos es que el total de la sociedad, incluyendo a los más pobres con sus impuestos, estaría financiando a los afortunados”.
En cambio, el presidente chileno promulgó una ley de aseguramiento de la calidad de la educación, que establece estándares mínimos de aprendizaje, en un país donde la mayor parte del sistema educativo es privado.
No hay un sistema perfecto y que a la vez entrañe justicia, porque por facilismos podría sostenerse que la enseñanza totalmente gratuita, como existe en el Uruguay, es la más justa de todas. Pero como no hay almuerzos gratis, la enseñanza sin cargo para nadie implica que se traslade a toda la sociedad, incluyendo a los sectores de menores ingresos, el costo de esta gratuidad, por lo que entre todos estamos sosteniendo un sistema que es esencialmente injusto.
Esta situación se presenta fundamentalmente en la enseñanza universitaria estatal uruguaya, cuyas autoridades y organizaciones estudiantiles se han opuesto sistemáticamente a que se cobre matrícula a los estudiantes de familias pudientes, lo que permitiría sostener parte de los gastos que impone la Universidad a todos los uruguayos, los que seguimos pagando los estudios gratuitos a los sectores adinerados de la sociedad –de donde proviene un alto porcentaje de los universitarios– para mantener una verdadera vaca sagrada y un mito que nos cuesta muy caro a todos los uruguayos.