Paysandú, Jueves 25 de Agosto de 2011
Opinion | 20 Ago Una nueva denuncia formulada por la Asociación Médica de Paysandú que reafirma una anterior sobre deficiencias en la atención del CTI y otras dependencias del Hospital Escuela del Litoral, coincidió con problemas suscitados en el principal nosocomio sanducero cuando debido a intensas precipitaciones se inundaron salas con pacientes a los que no se había tenido la precaución de trasladar a otros lugares mientras se desarrollaban obras que naturalmente determinaban precariedad de los techos y consecuente vulnerabilidad ante lluvias.
Lamentablemente, a esta altura, pese a que se reúnen periódicamente representantes del cuerpo médico y de la dirección, parecería que nos encontramos ante un diálogo de sordos, en tanto por otro lado tenemos a mil funcionarios que trabajan en el Hospital, con distinto grado de compromiso, y conflictos de intereses y visiones que por lo tanto no coinciden para lograr lo mejor para los usuarios, que deberían ser los destinatarios de los esfuerzos sin ninguna otra consideración.
Y surge así que estamos ante hechos que conspiran por acción o por omisión contra las mejores intenciones que se pongan de manifiesto, y además ponen de relieve que por encima de evaluaciones y retórica sobre la reforma de la salud, el sistema hasta ahora ha sido más un devorador de recursos y un despliegue de burocracia que un instrumento efectivo para realmente revertir el escenario que tenemos en materia de atención en salud.
No es porque sí que el Poder Ejecutivo, en poco tiempo, ha dispuesto el relevo de las cabezas de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), cuando las cosas no daban para más, desde que es órgano ejecutor de la reforma de la salud y no se han logrado los resultados esperados, y tenemos que los problemas crónicos de los usuarios –tanto en Paysandú como en el resto del país— no se han solucionado.
Generalmente han estado al frente del Hospital profesionales que han desplegado una ardua labor, con luces y sombras, pero muchas veces –las más, lamentablemente— han sido desbordados por la burocracia, que no solo corresponde al manejo de dependencias que emplean a un millar de funcionarios, sino también a la vez lidiar con la burocracia nacional y el centralismo del Ministerio de Salud Pública primero y luego de ASSE, desde su creación.
Pero más allá de estos avatares propios de un país altamente centralizado y burocratizado, con un Estado ineficiente y prescindente, existen problemáticas locales exacerbadas, tal como están planteadas las cosas, que han dado lugar a cuestionamientos de los médicos a la gestión de la dirección, en tanto paralelamente se mantienen vicios históricos por falta de compromiso que refieren a horarios incumplidos por el personal médico, como así también por los funcionarios, falta de medicamentos, recortes de estudios y análisis, todo en perjuicio de los usuarios, a lo que debe agregarse la crónica falta de especialistas. Y el punto es que estas deficiencias se dan cuando supuestamente Salud Pública cuenta con más recursos que nunca y con menor número de usuarios ante la opción de muchos miles de personas por las mutualistas en el marco del Fonasa, lo que pone de relieve que no se trata solo de recursos, sino de la gestión y el uso que se hace de los dineros públicos.
Es indudable que Paysandú merece tener un Hospital que esté a la altura de las circunstancias, que atiende a más de 70.000 usuarios de una vasta zona, y que mientras primen intereses sectoriales y personales por encima del superior interés de la salud de la población, no se podrá cumplir con los objetivos supremos.
Por lo tanto, debe encontrarse un ámbito de diálogo profundo y descarnado entre los protagonistas, entre las autoridades nacionales y las departamentales de la salud, con los médicos, funcionarios y usuarios, para empezar por un diagnóstico de situación, sin buscar cargarle las culpas al otro, sino reconociendo errores propios y ajenos, con los necesarios aportes para promover entre todos soluciones para un escenario que se ha arrastrado desde hace demasiado tiempo, en sucesivas administraciones de gobierno, y que ha hecho del Hospital un monstruo devorador de recursos para prestar servicios que no colman los legítimos requerimientos de los ciudadanos, con o sin reforma de la salud.
Es que está de por medio la salud de la población y sobre todo de los sectores más carenciados, que son las víctimas de un esquema de atención que deja demasiados huecos, con respuestas tibias que generalmente van detrás de los problemas, con las históricas demoras, colas y hasta falta de medicamentos, lo que indica que por más vueltas y explicaciones que se den, hay una realidad que debe tratar de revertirse con hechos contundentes.
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