ESCRIBE EL DR.
RODOLFO CANABAL

Locales | 06 Sep Es hecho notorio, y ha dado lugar a anteriores notas en esta columna, que el concepto general que existe para juzgar la forma en que se desenvuelve la marcha de los asuntos que se deben tramitar en la administración pública no es bueno, no es favorable; prevalece el concepto de que no se le atiende debidamente, de que no existe preocupación por las continuas demoras, que por tanto está allí fuera de control todo lo que refiere a la correcta y oportuna tramitación.
El hecho de que quien escribe se encuentre retirado del ejercicio profesional hace ya algunos años, y por tanto de que no tenga experiencia actual de la forma en que hoy se desenvuelven tales administraciones (pues ciertamente son muchas aunque sea normal que se les aluda como si fueran un único y muy grande conjunto de dependencias) impide saber por experiencia personal si en los últimos tiempos se han dado mejoras al respecto. Es posible, por tanto, a estar a lo que ha trascendido, que no se hayan dado alteraciones importantes, y en consecuencia que continúen existiendo dependencias públicas en las cuales las tramitaciones son normales, otras donde no lo sean tanto, y también aquellas que no se caracterizan por tener un funcionamiento por lo menos razonable.
Pero lo que en forma especial se desea al abordar el tema una vez más es volver a señalar que existen experiencias que indican que, para lograr que las dependencias administrativas funcionen correctamente y sin más demoras que las indispensables, es menester que los jerarcas de los respectivos servicios, y también los jefes administrativos de las oficinas, estén atentos siempre a la forma en que cada una se desempeña, para comprobar de manera oportuna cuáles son los factores que suelen crear inconvenientes para el fluido desenvolvimiento de la tramitación administrativa.
Al respecto existen muy útiles experiencias, como es el caso, verbigracia, de una de índole comercial que hace muchos años funcionó en el entonces Ministerio de Ganadería y Agricultura, hoy de Ganadería, Agricultura y Pesca, y de otras dependencias del mismo, a las cuales ya se ha aludido en esta columna, pero que es útil comentar una vez más.
Dicha dependencia comercial en rubros agropecuarios producía: semillas certificadas de numerosas especies; raciones avícolas balanceadas que vendía en muy grandes cantidades; importaba papas para semilla para las siembras de primavera y verano; cumplía servicios de máquinas en ayuda de los agricultores en establecimientos rurales; importaba regularmente arpillera para la fabricación de bolsas de diferentes tamaños, también hilo sisal, y otros servicios relacionados con las actividades rurales; sus contrataciones de productos y servicios se hacían siempre por vía de licitación pública, bajo el control del Tribunal de Cuentas, salvo algunas excepciones por casos de urgencia, sin que ello creara dificultades para cumplir sus servicios. Su funcionamiento era tan regular que los sueldos se pagaban siempre antes de vencer cada mes, sus compras u otros compromisos jamás se pagaban con demora, lo cual determinaba que fuera normal que quienes ofrecían productos en licitaciones, dada la puntualidad de sus pagos, los cotizaran con precios menores a los que prevalecían en la plaza.
Otras dependencias de dicho ministerio también dispusieron internamente formas de tramitación que significaron disminuir hasta en dos terceras partes los plazos que al respecto prevalecían, sin que ello creara dificultad administrativa alguna.
Vale decir: si jerarcas y jefes de servicios se preocupan al respecto, analizan la forma en que sus dependencias dan cumplimiento a sus deberes normales, han de advertir con seguridad la existencia de factores fácilmente corregibles que, al ser corregidos o eliminados, no afectarán desfavorablemente la marcha de los trámites.
Por lo tanto sólo hace falta, previo análisis interno, emitir las instrucciones concretas que signifiquen dar a los trámites la fluidez que corresponde. Una larga experiencia así permite afirmarlo.