Paysandú, Miércoles 14 de Septiembre de 2011
Opinion | 07 Sep A lo largo de los últimos años, en Uruguay se aprecia con claridad la creciente participación y el compromiso de las nuevas generaciones en diferentes ámbitos. Cada año, cientos de emprendedores y jóvenes líderes se suman a las huestes que impulsan el cambio desde una mirada libre de la carga de prejuicios propia de generaciones anteriores.
Estos nuevos líderes asumen su protagonismo en la transformación de nuestro país de diversas maneras. Y si bien es cierto que están aquellos jóvenes (aunque en esto no hay diferencias etarias) que acceden más que en virtud de meritorios esfuerzos gracias a una red de convenientes contactos, llena de satisfacción ver que muchos otros se incorporan al quehacer nacional con la mira puesta en sumar generosamente su renovadora energía para la construcción del bien común. Hoy, la comunicación masiva nos permite identificar con nombre y apellido a un sinnúmero de hombres y mujeres jóvenes cuyo ejemplo impacta beneficiosamente en la sociedad. Son ellos apenas una muestra dentro de un extenso universo que, en muchos casos, edifica silenciosa pero provechosamente el país del futuro.
Como sociedad, tenemos el deber de apoyar los esfuerzos que muchos jóvenes realizan, desde sus distintas actividades, para que puedan abrirse paso, dando a conocer sus ideas y propuestas, exigiéndoles solamente la cuota de transparencia, honestidad y trabajo que contribuya a la construcción del bien común.
En esta tarea sin dudas que los centros de enseñanza profesional tienen un gran papel, porque son ellos precisamente quienes deben contribuir a la promoción y desarrollo de liderazgos y no precisamente de cualquier tipo sino aquellos virtuosos. En estos centros de estudios especializados, o terciarios, que pueden ser públicos o privados, los estudiantes encuentran un ámbito adecuado para desarrollar su actividad, desde los cimientos, adquiriendo las herramientas necesarias para que cuando les llegue el momento de pasar a la primera línea, poder contribuir al constante, permanente y sólido crecimiento de nuestra sociedad. El crecimiento personal, necesario, debe ser apoyado por valores y principios éticos, los que deben ser adquiridos y tomados como propios, porque en definitiva ellos son los protagonistas del futuro y quienes, en definitiva, llevarán adelante a esta nación, cuyo proyecto aun está debatiéndose.
Debe celebrarse que los jóvenes asuman el desafío de adueñarse anticipadamente del futuro para empezar a construirlo en el presente. Nada de malo hay en ello, en la medida que sean herederos respetuosos de nuestras tradiciones y cultura. El Uruguay del mañana está en sus manos. Dependen del resto de la sociedad que sean las mejores.
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