Paysandú, Miércoles 14 de Septiembre de 2011
Opinion | 12 Sep Con luces y sombras, y mucho consumo de recursos, el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), uno de los buques insignia de la fuerza de gobierno, sigue con el Interior como la cenicienta del proyecto, porque los hospitales del Ministerio de Salud Pública- ASSE siguen con las graves carencias de siempre; el mutualismo continúa con dificultades para tener que atender a nuevos grupos de población a los que a la vez no se ha respondido con una mayor incorporación de personal y recursos materiales para responder a la sobredemanda, y el Interior profundo mantiene las mismas carencias de siempre, hasta en los aspectos más elementales.
Es así que en la mayoría de las policlínicas rurales del país no hay un médico residente, desde que concurre uno cada 7 o 15 días, por lo que sólo atiende urgencias y no hace prevención en salud, en tanto está en proceso el decreto del MSP que prevé crear más policlínicas y que tengan personal fijo.
Según el diario El País, el decreto fue elaborado por el Ministerio de Salud Pública (MSP) y los directores departamentales de salud, pero aún no está aprobado, desde que falta la firma del presidente de la República, José Mujica. Pero claro, tampoco es tan fácil cambiar un estado de cosas de muchas décadas, lamentablemente, con solo un decreto, por mejor buena intención que se tenga, si a la vez no se adoptan acciones complementarias en tiempo y forma para hacer que pueda pasarse de los papeles a la realidad.
Precisamente el ex ministro de Salud, Daniel Olesker, en febrero de 2010 indicó que “Mujica dice que para que la población rural no siga descendiendo no sólo hay que tener trabajo, hay que crear condiciones de calidad de vida, y la educación y la salud son claves para que la gente pueda permanecer con sus hijos en el medio rural”.
La salud es por lo tanto parte de una problemática mucho más vasta que vive el medio rural, de la que el descenso de la población es solo la manifestación de uno de sus aspectos más negativos. Según el Censo de 2004 Fase 1 --el último realizado-- era de 266.289 personas, pero las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) para junio de 2007 decían que en el campo vivirían 209.781; en 2010, 200.497 personas, en 2015 serán 184.304 y 149.373 en 2025. Esto marca un constante descenso, hasta estar en 2025 por debajo del 5% de la población total del país.
Rosario Berterreche, directora del programa de Salud Rural del MSP, dijo que “si el médico va a la policlínica rural cada 15 días no está cubriendo todas las necesidades y sólo puede atender las urgencias y no puede cubrir la prevención y promoción de salud. Esto no queremos que pase más. Esperamos poder brindar un conjunto integral de atención, no sólo atender las urgencias. Esto se cambia con recursos humanos en el territorio”.
Ocurre que las asimetrías que se han originado por el centralismo crónico de nuestro país determinan que, por ejemplo, el 77% de los recursos humanos en salud (médicos, enfermeras, odontólogos, entre otros) esté en Montevideo, por lo que solo el 23 por ciento restante trabaja en el interior del país, donde vive el 60% de la población.
Peor aún, la desigualdad se agrava si tenemos en cuenta que en el Norte del río Negro se cuenta con el 7% de los recursos humanos en salud, al punto que en el Interior “nos estamos quedando sin anestesistas, pediatras y urólogos”, de acuerdo a lo manifestado a El País por el presidente de la Federación Médica del Interior (FEMI) Egardo Mier.
Ante esta realidad tenemos que el decreto “Organización de la atención a la salud rural” estipula la necesidad de crear policlínicas rurales y puestos de salud que dependan de ellas en zonas rurales, en tanto estos centros “contarán con personal de salud fijo e itinerante, según pautas del Ministerio de Salud y el personal fijo deberá estar preferentemente radicado en la zona”, acotó Berterreche.
Una problemática tan compleja como la atención en salud en áreas de baja densidad poblacional plantea desafíos muy exigentes, porque no todo se arregla con atención primaria, aunque sí es preciso aceitar muy bien esta primera barrera de prevención, detección y contención, con las policlínicas rurales como el primer mojón de la red, desde que a la vez es preciso trabajar en la regionalización de los siguientes niveles para racionalizar el uso de recursos y optimizar las respuestas, hasta llegar a las dependencias de alta complejidad tecnológica, lamentablemente concentradas hasta ahora en un cien por ciento en Montevideo, con y sin reforma de la salud. Y resultará imposible avanzar en las respuestas si no se logra afinar el diagnóstico, con el concurso de todos los involucrados, en una tarea que no debe significar el tratar de descargar culpas y responsabilidades en los otros actores, sino superar la etapa de los enunciados y las palmaditas, para conjuntar efectivamente esfuerzos que permitan alcanzar el objetivo supremo de la universalización de la prestación de los servicios de salud, para que los ciudadanos del Interior por fin dejen de ser de segunda y de tercera, como hemos sido hasta ahora.
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