Paysandú, Miércoles 14 de Septiembre de 2011
Locales | 14 Sep LA EXTRAÑA FASCINACIÓN DE UNA MUJER FRÁGIL, de Nelson Castillo y Carlos Sorriba, sobre “La Pobre gente” y “El desalojo” de Florencio Sánchez, por Teatro Eslabón, de Canelones. Dirección: Carlos Sorriba. Con: Jorge Gallero, Lucía Montenegro, Patricia Pereira, Nelson Castillo, Carolina Pereyra, Federico Rodríguez. Auditorio Miguel Ángel Pías. Sábado 10 de setiembre 2011.
Hay cierta tendencia en el teatro que se lleva a escena en Uruguay a las versiones de obras clásicas o muy conocidas. No puede indicarse que haya un solo motivo que lleva a esta situación. Sin dudas que hay intensiones artísticas, sin dudas que hay necesidad de actualizar algunos textos. Pero no puede desconocerse que quien hace un versión de una obra inscripta en el registro de autores, también participa de esas regalías.
Sánchez, en las dos obras cortas, un sainete y una comedia, expone la miseria como causa de la destrucción de la familia, de los valores morales y el camino hacia la ruina de los personajes. Y la versión toma como núcleo argumental a Zulma, el personaje principal de “La pobre gente”.
El dramaturgo más importante de nuestro país supo cómo tejer conflictos, cómo desarrollar historias, cómo dotar a sus personajes de riqueza escénica a partir precisamente de una estructura interna finamente entretejida. Nada de eso queda. La estructura externa de la obra de Castillos y Sorriba, que lejos están de la calidad de Sánchez para la dramaturgia, permite establecer conexiones. Pero solo eso. Nada más.
Las raíces de la propuesta pueden buscarse en el teatro no realista, donde la acción y el lenguaje solo tienen valor referencial, pues el significado está más allá de la escena. O en el teatro hermético, vinculado con el anterior. No obstante, esos estilos teatrales mantienen algo clave, que no aparece en la propuesta de Eslabón: la acción en escena.
Este es un teatro en silla de ruedas, con obvia discapacidad motriz. No alcanza con un elenco correcto, ni con una puesta donde los gritos, los gestos crispados, para que esta puesta en escena convenza. La acción es la clave en la escena, que debe obviamente acompañar a el o los conflictos. Cuando prolijamente los “versionadores” destruyen esto, y se amotinan tras una barrera de frases rimbombantes, lejos precisamente del teatro popular escrito por Sánchez, todo se pierde. Quizás esa sea la característica de la propuesta. Como afirma Zulma al final de “La pobre gente”: “Sí... ¡la perdida!”. E.J.S.
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