Paysandú, Sábado 17 de Septiembre de 2011
Opinion | 10 Sep De acuerdo al último resultado del ranking de universidades elaborado por OS World University Ranking, las instituciones latinoamericanas han quedado muy rezagadas en la consideración de excelencia a nivel internacional, algo que no sorprende por el hecho en sí dado que no es algo novedoso en la última dácada, sino por la magnitud del rezago.
Como siempre ha sido, esta vez el ranking anual de las 300 mejores universidades del mundo no tiene a ninguna universidad uruguaya entre las mejores, y solo universidades de México, Argentina, Brasil y Chile, integran la lista entre los países de nuestro continente.
Y como siempre también, el ranking tuvo entre las primeras posiciones a universidades norteamericanas y europeas, pero es notorio el crecimiento de universidades asiáticas entre las que van logrando mayor excelencia, en tanto la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, es la institución que tiene los mayores estándares educativos e institucionales, en tanto trece universidades de Estados Unidos ocupan destacados lugares en las primeras 35 posiciones.
Por su parte la Universidad Autónoma de México encabeza la nómina de instituciones latinoamericanas, pero recién posicionándose en el 189º lugar, compartido con la Universidad de San Pablo, al cabo de un estudio en el que se tuvo en cuenta la reputación académica, la salida laboral de los egresados, las citas de los ensayos de las universidades en trabajos de corte académico y la elección de los estudiantes extranjeros.
A la vez, la Universidad de Campinas, Brasil, ocupa el puesto 235 y la de Buenos Aires alcanza el número 270, como instituciones “destacadas”, por lo que no puede extrañar que la Universidad de la República e incluso las universidades privadas de nuestro país estén en la cola de las categorizaciones, a tono con el deterioro paulatino de nuestra enseñanza en todos sus niveles y a los que no puede escapar naturalmente la educación terciaria.
A esta ubicación lejana de las universidades deben agregarse los resultados de las pruebas Pisa aplicadas al estudiantado de Secundaria, en la que nuestro país volvió a caer respecto a su ubicación anterior. Sin embargo por absurdo que parezca, hoy hasta nos damos el lujo de perder días de clase –quizás por el poco valor que se le da a la enseñanza—como ocurre en estos días, en que primero por las Asambleas Técnico Docentes (ATD), luego por una jornada técnica y posteriormente por un paro docente, los estudiantes de liceo tuvieron unas mini vacaciones de tres días, apenas unos días antes de las vacaciones de primavera.
Las gremiales de docentes por su parte, lejos de ocuparse realmente de responder con propuestas a los requerimientos para revertir este panorama, centran sus reclamos en mejoras salariales que no están condicionadas a resultados de mejora de la calidad, por lo que forman parte del problema en lugar de ser abanderados en las acciones para revertir el panorama.
A la vez, la aprobación de la Ley de Educación ha transferido gran parte del poder en la conducción de la enseñanza a las corporaciones de docentes, por lo que resulta prácticamente imposible innovar y buscar alternativas si no se tiene la aquiescencia de éstas, que se ocupan de sus propios problemas por encima del interés general, y así vamos.
La pérdida de valores desde el núcleo familiar y en la propia sociedad es otro ingrediente negativo para este cóctel que denuncia el retroceso en nuestra calidad educativa, que presenta una creciente deserción a medida que se avanza en secundaria y se llega a la Universidad, uniéndose el déficit de cantidad con la calidad, y un nivel deficiente en los estudiantes que ingresan a la Universidad.
Lamentablemente, la mediocridad extendida aparece como un consuelo de tontos, porque en lugar de elevar exigencias y condicionamientos, las propuestas de algunas autoridades pasan por reducir el nivel de exigencias, cosa de “socializar” la mediocridad tanto en estudiantes como en docentes, por la que no puede extrañar que contrariamente a lo que se hace en otros países, estemos descendiendo día a día en el ranking internacional, donde antes se destacaba el alto nivel universitario y se generaban atractivos para que incluso recibiéramos estudiantes de diversos países.
Pero hoy el “masomenismo”, la pérdida de valores, el conocimiento light, el encogimiento de hombros de muchos de quienes deberían tener respuestas a esta situación, hace que estas cosas resbalen y condicionen nuestro futuro, por una enseñanza que no está a la altura de las circunstancias y a la que debemos apostar a través de políticas y acciones concretas, con objetivos claros, en lugar de frases hechas y seguir apelando a lo que se debería hacer pero nunca se hace.
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