Paysandú, Domingo 18 de Septiembre de 2011
Opinion | 14 Sep En 1945 los lectores de diarios se enteraron del desembarco aliado en Normandía tres días después de la acción militar, pero el 11-S millones de espectadores siguieron en vivo y en directo por la CNN el impacto del segundo avión contra la Torre Sur, además de utilizar la web para informarse y reportar con inmediatez lo que tenían frente a sus ojos.
En la última década, pocos hechos de impacto mundial pusieron más a prueba a la triple W que los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono el 11 de setiembre de 2001. Todavía no existían Facebook, Twitter y YouTube, pero las cámaras digitales y los celulares para capturar fotos ya estaban en manos de millones de personas. Además, los blogs se habían convertido en plataformas gratuitas de publicación personal (los utilizaron tiempo después los soldados norteamericanos en el frente de batalla para relatar los horrores de la guerra de Irak). Ese momento fue una bisagra para los sitios de noticias, que comenzaron a pensar que la actualización al instante era parte esencial de su identidad.
Las audiencias globales eligieron la TV en primera instancia, pero en los días posteriores a los atentados se volcaron masivamente a Internet. Un estudio de aquel momento refleja que aumentó un 250 % la cantidad de páginas vistas y un 280 % el tiempo de conexión entre el 11 y el 12 de setiembre. Incluso muchos sitios colapsaron por el tráfico directo que recibieron y otros tuvieron que retirar elementos gráficos de sus portadas para hacer más ágil el ingreso de la audiencia.
¿Cuál era la dimensión de la web en aquel entonces? Había “apenas” 513 millones de usuarios en el mundo (con una penetración del 8,6 %), frente a los casi 2.100 millones actuales (30,4 %). Fue tal el impacto de los atentados en los hábitos de consumo de Internet que la lectura de noticias se ubicó en tercer lugar en las preferencias de los usuarios, después de la conexión y la consulta del correo electrónico.
Hubo cientos de cronistas amateurs de aquellos trágicos momentos, desde turistas que llegaban con sus cámaras hasta residentes del lugar. Esos “cronistas espontáneos”, que subieron sus videos a Internet, cambiaron la historia para siempre.
Es una lección para los medios tradicionales, que si bien no han perdido su lugar ni su peso en la sociedad contemporánea, saben que la sociedad global permite que cualquier persona pueda publicar noticias en cualquier momento y lugar. Y es también un alerta a la sociedad toda, para usar con responsabilidad esta fenomenal posibilidad.
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