Paysandú, Viernes 23 de Septiembre de 2011
Opinion | 16 Sep Mediante el decreto 311/006 “De Eficiencia Energética”, firmado por el entonces presidente Tabaré Vázquez, desde el verano 2006 – 2007 los uruguayos, y principalmente los del Interior profundo, nos vemos obligados a adelantar artificialmente el reloj en una hora cada primer domingo de octubre, con el objetivo de aprovechar las horas de luz del día para la actividad humana. De esta manera el mediodía para Uruguay, que en su huso horario normal ocurre aproximadamente a las 12.45 –ya de por sí demasiado tarde, por cuanto se supone que debería ser lo más próximo posible a las 12 reloj--, en verano se desplaza a la 1.45, cambiando completamente el eje horario en forma por demás absurda. Según la argumentación del decreto, era de suponer que al oscurecer “más tarde” habría un ahorro en el consumo de electricidad, puesto que los uruguayos aprovecharíamos más las horas de luz, que así se extienden hasta casi las 22. Sin embargo en los hechos, tras cinco años de cambio sistemático sólo fue posible detectar un ahorro equivalente a 6 millones de dólares en los más de cinco meses de vigencia del decreto, o sea poco más de un millón de dólares al mes. Este monto significa un equivalente al 0,4% de los costos de generación que tiene UTE, ya que en el mejor de los casos el cambio de horario habría permitido desplazar del horario pico 62 megavatios, es decir una potencia mínima respecto a la demanda del país.
No hace falta ser un experto para evaluar que la cuestionada medida no representa ningún valor significativo y el sacrificio que se le impuso al Interior no ha tenido ningún rédito para el país, como se argumentaba.
Debemos tener en cuenta que estamos hablando de cifras prácticamente infinitesimales respecto al total, que bien podríamos situar en el margen de error posible de las mediciones. Ergo, esta diferencia en menos podría darse incluso sin adelanto de la hora, por lo que no es aventurado señalar que nada cambia en este plano con o sin cambio del huso horario, el que sin embargo es tan apreciado por la burocracia montevideana, ya en tren de vacaciones.
Mucho menos aún tiene sustento la invocación de que el turista puede de esta forma aprovechar más la jornada de sol, por cuanto al visitante lo que menos le interesa es la hora, que sí importa para los que no hacen turismo, porque los horarios hay que cumplirlos y ello es particularmente crítico en el Interior, donde el rigor del verano se hace sentir y no hay tregua para el sufrido trabajador que debe acostarse tarde para poder aprovechar el fresco relativo de la madrugada –astronómica, no el falso “sol de medianoche” inventado por los burócratas de Montevideo-- y levantarse en los hechos una hora antes sin haber podido ampararse en el sueño reparador.
El hombre de campo resulta igualmente perjudicado y muchas veces opta por ni siquiera cambiar la hora, aunque en el momento de efectuar trámites en la ciudad la cosa se complica para quien no tiene más remedio que ajustarse al “toqueteo” del huso horario por quienes se guían por el supuesto de que todo da lo mismo, resguardados por las temperaturas benignas de las orillas del Río de la Plata. Ello indica que en realidad esto solo podría servir para los montevideanos, que en su gran mayoría hacen horario corrido y de esta forma pueden estar prácticamente libres toda la tarde y hasta la noche sin mayores preocupaciones.
Sin embargo, últimamente y a través del propio ministro de Turismo, Héctor Lescano, han surgido reparos a esta modificación del huso horario desde el sector originalmente destinatario de los desvelos del Poder Ejecutivo –años antes de este decreto ya se habían hecho experiencias de cambio de horario--, o sea el turismo, porque el rubro gastronómico pierde clientes. Lescano había adelantado en marzo pasado que plantearía al Poder Ejecutivo que este año no se adelantara la hora, pero hasta el momento no se sabe si efectivamente este planteo se hizo y si fue así, todo indica que hubo rechazo gubernamental a dejar sin efecto el decreto.
En el mismo sentido, un informe de la Cámara Uruguaya de Turismo estima en casi once millones de dólares las pérdidas de facturación del sector gastronómico al perderse un turno de atención por el adelanto de la hora, teniendo en cuenta que habitualmente los restaurantes tienen dos turnos por noche y a veces tres, en los balnearios esteños.
Y en cuanto a la proyección en el Estado de estas pérdidas del sector privado tenemos que por concepto de impuestos como el IVA se ha perdido de recaudar más de dos millones de dólares y de 810.000 dólares por IRAE, es decir mucho más que el supuesto ahorro de consumo energético. Es decir que la porfiada realidad ignora lo que los políticos de escritorio pretenden imponer por decreto, es decir “un ahorro”, y lo que se logra es que el país gaste más y gane menos divisas.
El punto es que pasan los gobiernos de todos los partidos y todo continúa decidiéndose en función de los intereses de esta casta, mientras son muy escasas las voces de legisladores del Interior --una de las excepciones es el sanducero Walter Verri--, que manifiestan su oposición a esta medida centralista adoptada en perjuicio del país que realmente se sacrifica para producir bajo el sol inclemente o la lluvia, en tanto quienes solo priorizan su conveniencia dan la espalda al sentir del país del norte del Santa Lucía.
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