Paysandú, Lunes 26 de Septiembre de 2011
Opinion | 20 Sep Seis de cada 10 personas entrevistadas en una encuesta realizada en nuestro país creen que “la mayoría” de los funcionarios públicos trabajan poco, incluso casi la mitad (48%) opina que “cobran demasiado para lo que realmente hacen”, mientras que sólo una quinta parte cree que los funcionarios públicos “hacen demasiado para lo poco que les pagan”, con un 66% en desacuerdo con esta afirmación, lo cual prácticamente tira por tierra la vieja idea de que los funcionarios públicos están mal pagos.
La encuesta, realizada por Interconsult y divulgada por diario Últimas Noticias indica que un 61% de los encuestados percibe que hay demasiada corrupción, un 55% afirma que no tienen vocación de servicio y, finalmente, un 56% opina que se debería reducir el número de funcionarios públicos.
El estudio dice que las visiones más negativas sobre los empleados del Estado la tienen los residentes de Montevideo, las personas más educadas, con edades entre 28 y 40 años --personas en plena actividad productiva-- y los votantes del Frente Amplio.
Independientemente de estas cuestiones, resulta interesante ver cuán negativa es la imagen de los funcionarios públicos, que son quienes nos atienden cada vez que vamos a realizar un trámite en oficinas, cuando levantamos un teléfono para hacer una consulta o en el hospital, las intendencias y organismos dependientes del Estado, entes públicos y servicios descentralizados.
Sabido es que las generalizaciones no son buenas y casi siempre son injustas, porque también es cierto que hay excelentes servidores públicos que realizan su tarea con responsabilidad, dedicación, esmero y brindan buen trato al público. Sin embargo, viejas y arraigadas prácticas de muchos de sus colegas abonan la negatividad con que son representados en el imaginario colectivo.
Indudablemente los funcionarios públicos tienen una serie de beneficios que no tienen los privados y, como informó el Equipo de Representación de los Trabajadores en el BPS, la estabilidad laboral de los trabajadores públicos es “muy superior” que la de los privados. Sin embargo, es evidente que en grandes líneas, su desempeño aún deja mucho que desear y es una de las variables importantes a tener en cuenta por cualquier reforma del Estado. Una administración pública diligente y eficiente no sólo es una meta deseable sino una necesidad para cualquier país que aspire a crecer y desarrollarse.
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