Paysandú, Miércoles 28 de Septiembre de 2011

Un llamado de atención, que es de esperar que no llegue tarde

Opinion | 21 Sep Contrariamente a lo que esperaba la gran mayoría de los analistas, de acuerdo a la evolución que mostraban los números macroeconómicos, los datos oficiales del segundo trimestre del año indican que la economía desaceleró su crecimiento en el Uruguay y estamos por lo tanto con un debilitamiento de esta tendencia.
En este segundo trimestre del año el crecimiento fue de solo un 0,5 por ciento en términos desestacionalizados, cuando precisamente el Uruguay está plantado ante un escenario internacional complejo y más aún, con serias incertidumbres ante la crisis europea y las señales negativas de la economía de Estados Unidos.
Estos datos determinan que los analistas privados hayan revisado sus previsiones anuales a la baja, desde que de acuerdo a la información disponible esta desaceleración se ha debido a una caída de las exportaciones afectadas por factores internos de oferta de ganado y la contracción en sectores clave, como la construcción y el comercio.
Las comparaciones son ilustrativas de la sorpresa que ha puesto de manifiesto la evolución en el segundo trimestre, desde que la tendencia de principios de año, entre enero y marzo, había sido de un crecimiento de un 2,1 por ciento; sin embargo contrariamente a lo esperado, la construcción se contrajo un 2,4 por ciento y el comercio, restaurantes y hoteles cayeron el mismo guarismo, en tanto la agricultura y la ganadería tuvieron un comportamiento similar.
No debe perderse de vista como otro factor de incidencia el que refiere a que al descenso de las exportaciones, sobre todo la carne, se contrapone un sostenido crecimiento de las importaciones, incluyendo artículos que sustituyen a los de producción local, lo que da la pauta de que se manifiesta cada vez más la caída de la competitividad de nuestros productos.
Estos datos aparecen en realidad en forma anticipada a lo esperado, desde que el complejo panorama económico y financiero internacional debía afectar al Uruguay recién a partir del tercer trimestre, lo que abre una interrogante respecto a si estamos realmente ante la incidencia de la crisis o de problemas internos como consecuencia de falencias estructurales conjugadas con la incertidumbre internacional.
Mientras tanto, los analistas revisaron la proyección de crecimiento que se tenía para todo el año, del orden del siete por ciento, para dejarlo por ahora en un posible 5,7 por ciento, a cuenta de eventuales correcciones que podrían darse a partir de que se conozcan los datos del tercer trimestre.
El escenario es todavía muy parcial en materia de tiempo como para sacar conclusiones más o menos definitivas, desde que un trimestre es un período muy corto en la economía como para ponerlo de modelo o referencia para establecer una tendencia fidedigna sobre bases concretas, pero sí corresponde evaluarlo como una señal a tener en cuenta.
Lo que corresponde entonces es reafirmar la necesidad de que el Poder Ejecutivo, a través del equipo económico, deje de desestimar las señales que provienen del Europa y Estados Unidos, que son tanto quienes nos compran a nosotros como a China, que a la vez nos adquiere materias primas.
Por su parte en las últimas horas Brasil ha acentuado medidas proteccionistas, con la aplicación de un impuesto del 30 por ciento a la importación de bienes como automóviles, y ya Argentina –también Brasil— está aplicando el requisito de licencias de importación no automáticas, como una traba más o menos disimulada para proteger su producción propia.
Y ello se da cuando nuestro país sigue perdiendo competitividad en sus exportaciones, por una moneda fuerte y altos costos internos, con una inflación significativa, aunque sigamos “pegados” al gigante del norte.
Cuando poco y nada podemos hacer, salvo reclamar ante un Mercosur que en los hechos no existe para los socios minoritarios como Paraguay y Uruguay, el margen de maniobra que nos queda es el de tratar de cubrirnos –debimos haberlo hecho mucho antes, como incluso lo hemos reclamado recurrentemente desde esta página editorial— a través de medidas internas que respondan a criterios de sentido común, en cualquier circunstancia, como lo es el limitar el gasto del Estado a las reales posibilidades del país, sin “rifarnos” la recaudación adicional originada en la favorable coyuntura económica internacional, que pareciera estar desmoronándose de a poco.
Por lo tanto, estemos ante una desaceleración pasajera o no de la economía, igualmente el Poder Ejecutivo debería promover una mejora fiscal, en lugar del déficit del 1,6 previsto --pese a que ha aumentado la recaudación--, así como pensar en reducir la carga fiscal, en lugar de estar todos los días buscando un “cabeza de turco” que siga pagando la fiesta con nuevos impuestos.


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