Paysandú, Viernes 30 de Septiembre de 2011
Opinion | 25 Sep Evidentemente, “a ojo de buen cubero”, Paysandú tiene buenos elementos para encarar con éxito el Turismo Temático (TT). Un repaso de las posibilidades en ese sentido nos hace ver que bien podríamos encarar proyectos turísticos en aspectos tales como el musical, industrial - comercial, histórico artiguista, militar, político y hasta cinegético.
Sin olvidar los atractivos convencionales tales como termas, naturaleza y playas, veamos algo de estas otras opciones comenzando con el –valga el juego de palabras-- tema musical.
Conocida es la atracción que representa el tango: hemos constatado la presencia en Paysandú de visitantes de varios países de América que se dieron cita para homenajear a Eduardo Franco, voz líder de Los Iracundos, y sabemos de la trascendencia de la obra de Aníbal Sampayo, por lo que no resulta para nada descabellado pensar que podrían instrumentarse desde recorridas puntuales hasta una sucesión de jornadas con variados atractivos. ¿A que amante de la música típica no le interesaría conocer la historia del primer músico que llevó el tango a Paris y a Nueva York? Estamos refiriéndonos al sanducero Alfredo Gobbi, nacido en la casa que aún se conserva en Ituzaingó y Carlos Albo.
Podríamos perfectamente relatarles a los visitantes que Alfredo Eusebio Gobbi nació el 5 de febrero de 1877. En 1895 llegó a Buenos Aires, comenzó su carrera cantando parodias en un circo. En 1900 fue a España a representar “Juan Moreira” con los hermanos Petray. Desde 1904 tuvo su propia compañía teatral y formó dúo con su esposa la chilena Flora Rodríguez. Tenía un repertorio cómico así como canciones camperas y tangos de la época. Aparte de su esposa, también formó dúo con Angel Villoldo, Eugenio López y Francisco Romeral, entre otros.
En 1905 viajó con su esposa a Norteamérica, enviado por la empresa “Victor”, para la impresión de discos. Actuaron, asimismo, en Nueva York y en Filadelfia, trasladándose luego a Londres. En 1907, tornaron a partir, esta vez en compañía de Angel Villoldo, por contrato suscripto con la casa “Gath y Chaves”, con el propósito de registrar nuevas versiones criollas para la fonografía. En París –donde se destacó con su compañera en números de baile y de canto--, nació en 1912, su hijo Alfredo que llegó a perfilarse, muy luego, como una de las principales figuras del tango. Regresó, definitivamente, luego de presentarse en otros centros del viejo continente, al estallar la Primera Guerra Mundial.
En esa visita “tanguera” a Paysandú los excursionistas podrían pasar un buen momento, por ejemplo en el “Café del Comercio”, como se llamaba o “Café del Florencio” como se lo conoce hoy, escuchando composiciones de Alfredo Gobbi como “El Sanducero”, “¡Aura que ronca la vieja!”, “Sangre Criolla” o temas humorísticos cantados por Alfredo y Flora Gobbi con títulos como “A Mar del Plata”, “A verlo al Cura me voy” o “En la Comisaría”. Pero, en ese mismo bar se podría desarrollar una escena como esta:
“En esa época concurría a un bar porteño una cantante y bailarina de gran belleza, Lola Candales, de nacionalidad uruguaya. Cierta noche departía un chispeante grupo compuesto por los jóvenes Victoria, un señor Argerich, y el diputado Félix Rivas; en la misma mesa (Enrique) Saborido charlaba entusiasmado con Lola, lo cual no pasó desapercibido para aquéllos. Decidieron acicatear su amor propio simulando ignorar sus aptitudes como compositor. Las insinuaciones entre los mismos iban y venían, hasta que uno, dirigiéndose a Enrique, manifestó que dudaba fuese capaz de escribir un tango que Lola pudiese cantar exitosamente. Así llegaron las cinco de la madrugada y todos fueron retirándose. Saborido ya a punto de acostarse experimentó cierta inquieta sensación al recordar lo sucedido. Se ubicó al piano y a las 6.30 horas concluía la partitura de ‘La morocha’. Pero... ¿y la letra? Siendo las 7 recurrió a su amigo Ángel Villloldo quien a las 10 de la mañana cumplió su cometido. Se presentaron ambos ante Lola Candales que tras oír la música comenzó a ensayar el canto”.
“Esa misma noche lo estrenó en el bar. Destaquemos que quienes aplaudieron más calurosamente fueron los amigos retadores a los que se sumó la concurrencia. Tanto agradó a todos que hubo de repetirse hasta ocho veces”. Así registra la historia como compuso el sanducero Enrique Saborido el famoso tango “La Morocha” aquel de: “Yo soy la morocha, /la más agraciada, /la más renombrada /de esta población. /Soy la que al paisano /muy de madrugada /brinda un cimarrón”.
Y, unos minutos después, uno de los guías diría, como al descuido, “…y aquí, al lado, en este teatro, hace exactamente cincuenta años, el 10 de octubre de 1961, hicieron su primera presentación formal, con el nombre de ‘The Blue Kings’, quienes serían los famosos ‘Iracundos’”.
El espacio disponible nos corta la evocación, porque bien sabemos que todavía queda, como diría un tanguero “de ley”, “mucho paño para cortar”. Pero podemos reflexionar: ¿No habrá en Paysandú “material” más que suficiente para incursionar turistícamente en este tema?
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