Paysandú, Sábado 08 de Octubre de 2011
Opinion | 01 Oct Aunque por ahora en forma tímida, ha comenzado la exportación de aceite de oliva producido en nuestro país, lo que asoma como un rubro de buen potencial que recién comienza a ser explotado comercialmente, y que todavía no ha sido protagonista de inversiones de gran envergadura pese a su promisorio horizonte.
La producción de aceite de oliva implica un valor diferencial en calidad que hasta ahora ha sido una apuesta muy menor en relación con los grandes emprendimientos agrícolas y agroindustrias en un país que tiene suelos aptos y un clima que se adapta a las necesidades de esta producción y que actualmente presenta mayores atractivos en rentabilidad ante la mejora en la ecuación costo-beneficio, y por un alta demanda del producto debido a sus propiedades beneficiosas para la salud y la prevención de enfermedades cardiovasculares fundamentalmente.
Actualmente hay unas 8.500 hectáreas de olivos en el Uruguay, con lo que alcanza para abastecer parte de la demanda local y para proyectarse a plazas competitivas, como la brasileña y la norteamericana. El incremento de la superficie cultivada ha sido muy significativo, al pasarse de solo unas 500 en 2002 hasta las 8.500 actuales, con la perspectiva de una superficie creciente de unas mil hectáreas por año, según las proyecciones formuladas en base al interés de inversores de incursionar en este sector.
De acuerdo al informe que publica el suplemento Café y Negocios, del diario El Observador, aumenta progresivamente el número de productores agropecuarios y empresarios que perciben en las plantaciones de olivos y el proceso de elaboración de aceite un área a la que apostar en nuestro medio, pese a que no existe cultura de explotación en la materia salvo experiencias de inmigrantes, sobre todo italianos, que en su momento trasladaron la experiencia de su país en estos cultivos, que se da muy bien en tierras del Mediterráneo.
Desde 2004 funciona la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur), que cuenta con ochenta socios, nucleados en torno a quince plantas elaboradoras del aceite, pero más de un productor se agrupa en una planta para aprovechar la infraestructura y reducir costos de producción, naturalmente, pero se prevé la construcción de nuevas almazaras, como se denomina a las extractoras de aceite, a medida que crezca la superficie cultivada.
Debe tenerse presente que las almazaras necesitan instalarse en las zonas donde hay plantaciones, ya que el aceite debe ser extraído dentro de las 24 horas de recogida la fruta, lo que es un elemento fundamental a la hora de elegir los mejores lugares para mejorar la competitividad de los emprendimientos.
Hasta ahora los mayores están situados en el sur del país, y el 95 por ciento de las plantaciones está orientado a producir aceite y no aceituna de mesa, teniendo en cuenta la demanda de los mercados. Uruguay es un neto importador de aceite de oliva, pese a que está en muy buenas condiciones de producirlo, y las importaciones provienen mayormente de Argentina, España e Italia, al punto que solo el diez por ciento del aceite de este tipo que consume el Uruguay se produce dentro de nuestras fronteras.
En el mercado internacional una tonelada de aceite de oliva se cotiza en unos 2.100 dólares, lo que da la pauta de las perspectivas que ofrece el sector una vez se mejore la logística y la infraestructura de complementación entre el cultivo y la industria. Desde el punto de vista de las aptitudes de suelos, los expertos indican que los olivos pueden implantarse sin problemas en suelo de aptitud forestal, ante su permeabilidad, y además el clima de nuestro país también es apto para el desarrollo de estas especies aceiteras, desde que incluso los niveles de lluvia superan holgadamente los de las tierras del Mediterráneo y no se necesitaría sistemas de riego.
Incluso en el caso de Paysandú hay ya algún emprendimiento en marcha, pero sin llegar a superficies significativas, y en su momento se intentó obtener financiación para la implantación de cultivos en la zona de Guichón a través del apoyo de la Corporación Nacional para el Desarrollo, pero no se logró avanzar para lograr su cristalización.
A todas luces estamos ante un rubro productivo muy promisorio, que ofrece buena rentabilidad pero que a la vez requiere de créditos especiales para quienes se vuelquen a esta explotación, desde que debe aguardarse algunos años para que las plantas ingresen en producción y comience el retorno de la inversión, en tanto a los diez años llegan a la madurez que les permite generar entre 30 y 40 kilogramos por año, lo que equivale a unos 1.300 litros de aceite por hectárea.
Pero en todos los casos, si se logra el necesario balance en cuanto a los plazos de financiación para quienes inviertan en el sector, es de esperar que este renglón logre en los próximos años una expansión considerable, no solo para sustituir volúmenes de importación sino también para acceder a los mercados internacionales, en el marco de una diversificación que es inseparable de la apuesta productiva que con la base del Uruguay Natural es un sello distintivo a imponer en los mercados.
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