Paysandú, Sábado 15 de Octubre de 2011
Opinion | 08 Oct Aunque por varios años el fantasma de la fiebre aftosa permaneció en letargo en nuestra región, en las últimas semanas un foco en Paraguay ha sido determinante para que se pusieran en marcha medidas específicas de control en los accesos de nuestro país desde Argentina, desde donde provino precisamente el contagio que desembocó en la crisis de 2002, que tantos perjuicios arrojó al Uruguay y que se proyectan hasta hoy.
En esta oportunidad Uruguay reforzó con más medidas técnico sanitarias el monitoreo de la inmunidad de los ganados, como forma de asegurar su blindaje sanitario frente al foco de fiebre aftosa en la nación guaraní.
Sin embargo es sabido que cuando se trata de enfermedades no existe un “blindaje” posible, porque en la naturaleza no hay obstáculos suficientemente fuertes para impedir la diseminación. Basta recordar la forma en que llegó y se propagó la aftosa en Uruguay hace menos de diez años.
Actualmente la situación se plantea bien diferente, puesto que nuestro país estaría protegido contra la enfermedad a través de la vacunación periódica de todo el rodeo bovino. Es por eso que entre las medidas adoptadas como prevención, además de los muestreos serológicos de rutina que se realizan en esta época del año, la Dirección General de los Servicios Ganaderos realiza estudios de nivel de inmunidad en los predios ganaderos en zonas cercanas a los puntos de ingreso al país por vía terrestre, como es el caso de los puentes sobre el río Uruguay.
Acaso si de algo sirvió la crisis de 2002 fue el de asumir que estamos en una región vulnerable debido a que en países vecinos, sobre todo en zonas de Paraguay, Argentina, Bolivia e incluso Brasil, no existe el celo riguroso que deben tener los servicios sanitarios para efectuar un seguimiento severo del escenario en cada país, donde además hay muchos productores que no han tomado conciencia de que la aparición de un foco de este tipo puede significar su ruina y causar profundos daños en la economía de su país.
Es sabido que hay casos en que ganaderos no aplican la vacuna a los ganados y se intenta “engañar” los controles, cuando en realidad lo único que se hace es hacerse trampas al solitario y por desidia crear caldo de cultivo para la aparición y diseminación de un virus que no sabe de fronteras y que viaja mucho más rápido que cualquier medida de contención que se intente contrarreloj.
Es por lo tanto fundamental que ante cualquier indicio de la aparición de ganado enfermo, como en este caso, intentemos curarnos en salud y pongamos las barbas en remojo, desde que siempre es mejor una falsa alerta o un despliegue desmesurado ante lo que luego se compruebe no era de tanto riesgo, que lamentarnos después por no haber actuado en tiempo y forma ante la posibilidad de algún foco de enfermedad en la región.
Por lo pronto, y ante la disyuntiva simplemente hay que hacer lo que se debe hacer, en base a los protocolos que han establecido nuestros servicios ganaderos en coordinación con el instituto regional con competencia en la materia, porque en ello nos va la vida. Y aunque la medida no haya gustado en Paraguay, es pertinente que se haya puesto en marcha el esquema previsto para estas contingencias, incluso antes de reconocerse públicamente el foco y cuando solo circulaba un rumor.
Ahora, además de los controles que se adoptan en los pasos de frontera, el muestreo serológico que efectúan los técnicos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca permite constatar que no existe actividad viral en el país. Esta información se envía habitualmente a la Organización Internacional de Epizootias (OIE), pero en este caso, por la situación en Paraguay, se agregó un estudio de inmunidad específico en los establecimientos ganaderos, el que se hace en estos días en Artigas, Salto, Paysandú y Río Negro en las zonas cercanas a los puentes.
Ello permite convalidar el estatus de país libre de aftosa con vacunación, teniendo en cuenta que por la epidemia de 2002 perdimos el de libre sin vacunación, que permitía un plus de calidad y consecuentes mejores precios.
En defensa de nuestra riqueza ganadera y de nuestros intereses, corresponde entonces mantener bien aceitados los mecanismos de defensa, porque como ha ocurrido en más de una oportunidad, el bajar aunque sea solo una vez la guardia por un exceso de confianza equivale a caminar por la cornisa con los ojos vendados.
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