Escribe el Doctor Rodolfo Canabal

Locales | 11 Oct Por compartir lo sustancial de su contenido, se ha entendido que corresponde insertar, resumidos, conceptos básicos de la columna semanal de Mario Vargas Llosa de El País de Madrid, que Búsqueda insertó en su reciente edición del 29 de setiembre, sobre las relaciones entre el Estado Palestino e Israel, pero, fundamentalmente, sobre la vía y forma que considera conveniente adoptar para que se pueda lograr una razonable solución de tan importante problema.
Se pregunta cuál debería ser la posición de un amigo de Israel ante el pedido del Presidente Abbas a ONU para que reconozca a Palestina como un Estado de pleno derecho, y se entiende al respecto que, sobre la base de reconocer el derecho a la existencia de Israel, se debe pugnar, en cuanto sea posible, para que ese derecho sea reconocido por sus vecinos árabes; y para que Israel, garantizado su presente y futuro, pueda vivir en paz y armonía, con fronteras seguras e internacionalmente reconocidas. Algo que se halla aún lejos de lograr, no obstante su desarrollo económico y científico y también su poderío militar superior a sus vecinos, pues tanto en su interior, como en el exterior, su sociedad padece crisis, como se vio hace poco ante demostraciones de los “indignados”, por los sacrificios y limitaciones en razón de los sacrificios que impone a su sociedad la guerra larvada que se eterniza y el deterioro de su imagen internacional. Por ello, en circunstancias en que, fracasados intentos anteriores promovidos desde otras naciones, tendientes a lograr acuerdos que condujeran a normalizar dichas relaciones, cuando se ha reducido la moderación, la negociación y la paz hasta la inoperancia política, hay que volver, pese a todo, a tales intentos, pues si se persevera en la actual situación no habrá solución alguna, sino más guerra, violencia, sufrimiento, en Palestina, Israel y en todo Medio Oriente. Es entonces indispensable una presión internacional que convenza a los dirigentes israelíes, y obviamente también a Palestina, de que la única solución real saldrá, no de la fuerza militar y de los enfrentamientos, sino de una negociación seria, con concesiones recíprocas.
El reconocimiento del Estado palestino por las Naciones Unidas se debería entender como un acto de justicia con un pueblo cautivo en su propio país, que vive una servidumbre colonial que es intolerable en el siglo XXI. Reconocerlo no significa justificar a las organizaciones terroristas, ni a los fanáticos de Hamás, que se niegan a reconocer el derecho a la existencia de Israel, sino enviar un mensaje de aliento a la gran mayoría de los palestinos que rechazan la violencia y aspiran solo a trabajar y a vivir en paz, como los “indignados” israelíes. Aunque significan ahora sólo una minoría, muchos ciudadanos de Israel están lejos de solidarizarse con las políticas extremistas de su gobierno y luchan por la causa de la paz.
Quienes se encuentran del lado de los amigos de Israel deben aliarse con ellos en su difícil resistencia, porque son quienes advierten con lucidez y realismo, así se debe entender, que las políticas belicistas, intolerantes, represivas, que pretenden la expansión de los asentamientos, que apoya el actual gobierno israelí, pueden tener consecuencias catastróficas para el futuro de Israel.
Expresa finalmente Vargas Llosa que la primavera árabe crea un contexto histórico y social que debería servir para facilitar una solución negociada bajo el principio de los dos estados que ambas partes, en principio, han dicho aceptar. Y se debería poner en marcha dicha negociación cuanto antes, para evitar que los extremistas de ambos bandos precipiten hechos de violencia que la aplacen una vez más, pues existe riesgo de que pueda no haber otra oportunidad.
Tales, algunos de los conceptos sustanciales de la nota referida de tan destacado escritor; fue su claridad y precisión lo que sugirió, obviamente como caso excepcional, que fueran resumidos en la forma en que se hizo en esta columna.