Paysandú, Lunes 17 de Octubre de 2011
Opinion | 13 Oct Hasta ahora Paysandú no había tenido prácticamente participación en la todavía muy incipiente apuesta productiva que han encarado algunos pioneros, sobre todo en el sur del país, al volcarse a emprendimientos que apuntan a la elaboración y exportación de aceite de oliva. Esta producción no tradicional asoma como un rubro de buen potencial, que comienza a ser explotado comercialmente y que recién está captando algunas inversiones significativas.
Como dábamos cuenta recientemente a través de las páginas de EL TELEGRAFO, un empresario de nuestro medio ha encarado desde el año pasado la implantación de unas ochenta hectáreas de olivares en la zona de Paso Emeterio, cerca de Lorenzo Geyres, en la perspectiva de en un período no mayor a dos o tres años, cuando los ejemplares ingresen en la etapa de producción, incorporar una almazara, es decir una prensa para extraer el aceite, que es la etapa que está indisolublemente ligada a la esta producción.
En el norte del país encaradota hay alguna experiencia en este rubro, de la misma forma que en algunas áreas desperdigadas en el territorio nacional, pero hasta ahora los mayores emprendimientos se han instalado en el sur del territorio nacional, donde se aprovecha por varios productores las almazaras construidas para atender la producción de menos de un centenar de pequeños establecimientos, que igualmente han logrado ya nichos de exportación, en un volumen todavía muy menor, naturalmente.
La producción de aceite de oliva implica un valor diferencial en calidad que hasta ahora ha sido una apuesta muy menor en relación con los grandes emprendimientos agrícolas y agroindustrias características de nuestro país, que tiene suelos aptos y un clima que se adapta a las necesidades de esta producción.
Por lo demás, esta explotación actualmente presenta muy buenos atractivos en rentabilidad ante la mejora en la ecuación costo-beneficio, y por una alta demanda del producto debido a sus propiedades beneficiosas para la salud, fundamentalmente en la prevención de enfermedades cardiovasculares.
En el Uruguay actualmente hay en explotación unas 8.500 hectáreas de olivos, para abastecer parte de la demanda local y para proyectarse a plazas demandantes, como la brasileña y la norteamericana. En menos de una década se ha tenido un incremento muy significativo de la superficie cultivada, al pasarse de menos de 500 hectáreas en 2002 hasta las 8.500 actuales, con la perspectiva de una superficie creciente de unas mil hectáreas por año.
Existe por lo tanto una tendencia al aumento del número de productores agropecuarios y empresarios que han advertido en las plantaciones de olivos y elaboración de aceite un rubro tan innovador como prometedor para nuestro medio, que por supuesto es muy antiguo en el mundo pero sobre el que no existe cultura de explotación en la materia salvo experiencias de inmigrantes, sobre todo de italianos y españoles.
El crecimiento de las explotaciones ha sido determinante para que se fundara en 2004 la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur), que cuenta con ochenta socios, nucleados en torno a quince plantas elaboradoras del aceite. De esta forma los productores se agrupan alrededor de las plantas para aprovechar la infraestructura y reducir costos de producción, naturalmente, pero se prevé la construcción de nuevas almazaras a medida que aumente la superficie cultivada.
Por su parte las almazaras se instalan en las zonas donde hay plantaciones, ya que el aceite debe ser extraído dentro de las 24 horas de recogida la fruta, lo que es un elemento determinante a la hora de elegir los lugares para mejorar la calidad y competitividad de los emprendimientos.
Hasta ahora Uruguay es un neto importador de aceite de oliva, pese a que está en muy buenas condiciones de producirlo, y las importaciones provienen mayormente de Argentina, España e Italia, al punto que solo el diez por ciento del aceite de este tipo que consume el Uruguay es de procedencia nacional.
Una tonelada de aceite de oliva se cotiza en unos 2.100 dólares en el mercado internacional, lo que da la pauta de las perspectivas que ofrece el sector, aunque como en el caso de la madera y otros emprendimientos de este tipo, el retorno de la inversión debe esperar no menos de un lustro, por lo que el capital está “enterrado” durante un período considerable y se necesita una financiación muy especial que debe ponderarse junto con factores de riesgo y la rentabilidad una vez el emprendimiento esté en marcha.
Desde el punto de vista de las aptitudes de suelos, los expertos indican que los olivos pueden implantarse sin problemas en suelo de aptitud forestal, ante su permeabilidad, y además el clima de nuestro país, sobre todo el del norte del río Negro, es muy favorable. Es de augurar entonces que las ochenta hectáreas de Paso Emeterio sean solo un buen principio para impulsar un rubro que presenta muy buenas posibilidades de desarrollo y podría ser el puntapié inicial en un nuevo polo productivo que tanto se necesita en el interior profundo.
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