Paysandú, Lunes 17 de Octubre de 2011
Opinion | 15 Oct El golpe de tuerca que se ha dado en las últimas horas a propósito de la “gaffe” del ex presidente Tabaré Vázquez respecto a sus revelaciones sobre haber barajado la hipótesis bélica con la Argentina y el pedido de ayuda nada menos que al “imperio”, al decir de Hugo Chávez , ha generado un revuelo político dentro y fuera del Frente Amplio, que hace que la opinión pública se desentienda ya de sus declaraciones y sus repercusiones en el Río de la Plata, para analizar su eventual no participación en las elecciones de 2014.
Es que el es mandatario ha logrado torcer el punto central, para poner sobre la mesa su “renuncia” a toda actividad política pública, que en la coalición de izquierdas ha sido evaluada como un condicionamiento muy severo para sus posibilidades electorales en las próximas elecciones, y por lo tanto la gran mayoría de sus dirigentes ha puesto su acento en aceptar como una cosa menor el error de Vázquez y centrar todos los esfuerzos en lograr que deponga esta actitud.
Por lo pronto, el manejo de la hipótesis bélica y la “consulta” a los comandantes nos hace acordar a una vieja película que vimos hace poco en TV y en la que Frank Sinatra, en un duelo aéreo y sin armas, se defendía arrojando agua con un sifón de soda a los Messerschmitt alemanes.
Más allá de esta distorsión de apreciaciones del ex presidente, en un escenario que estaba complicado pero en el que evidentemente nunca se manejó como una posibilidad un estado de guerra entre los vecinos, es evidente que el anterior mandatario le erró en los tiempos y nunca debió haber dicho lo que dijo en este momento, complicando el panorama innecesariamente en el relacionamiento bilateral y en revelar ante el Frente Amplio que al fin de cuentas, en hipótesis de conflicto, la ayuda debería provenir de Estados Unidos y no de los gobiernos “solidarios” del continente, incluyendo nada menos que a la Unasur, para evitar luchas fratricidas.
Y hablando de películas, esta de poner la renuncia sobre la mesa ya la vimos, y siempre termina en lo mismo, con la fuerza política yendo a buscar al renunciante, para que deponga su actitud en aras de la unidad partidaria y no afecte sus perspectivas electorales. Ergo, el renunciante “sacrifica” sus principios y todos se abrazan mirando para adelante, como si no hubiera pasado nada. Deja Vu, que le dicen…
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