Paysandú, Viernes 21 de Octubre de 2011
Opinion | 21 Oct El anuncio en la víspera de los rebeldes libios de la muerte de Muamar Kadhafi en Sirte, su localidad natal, abre una nueva era para Libia, al derrotar al dictador, ocho meses después que comenzó una revuelta, inicialmente pacífica.
Fue el régimen de Kadhafi, cuando al tercer día del comienzo de la protestas contestó con fuego real a los manifestantes, el que inició una guerra civil, que ha causado miles de muertos y más de un millón de refugiados, un capítulo que culminó en la víspera, aunque queden otros capítulos por escribirse aún. Kadhafi, en paradero desconocido desde agosto pasado y que prometió morir antes que abandonar el poder y no antes de provocar “miles de muertos”, ha cumplido la doble promesa. Sin dudas que con la muerte del dictador, que estuvo cuarenta y dos años en el poder tras llegar a él por la vía de las armas, pone fin a una era negra, pero eso no significa que rápidamente Libia olvide su pasado y pase al de un estado de derecho.
Con el fin del kadhafismo comienza una nueva era para Libia. En busca de este amanecer murieron 40.000 personas. No se las debe olvidar, porque el comienzo de un nuevo período no está exento de tristezas, por el contrario, cargado de ellas.
En casos como éstos se constituye un gobierno de transición para conducir al país y guiarlo en un proceso que debe terminar con la redacción y aprobación de una Constitución y elecciones democráticas. La inteligencia debe primar y unir en este gobierno transitorio a todas las regiones, ideologías y sensibilidades.
Empero, como todo futuro que surge de un presente violento, no están dadas las garantías que con la muerte de un dictador no se inicie otro régimen dictatorial. No quedan dudas que esta guerra, como todas las guerras, termina en un baño de sangre. Lo que debe evitarse, es que haya sido simplemente un “duelo” entre dictadores.
Hoy, las imágenes que llegan desde Libia muestran, por un lado, el cadáver de Kadhafi y por otro las de celebración de los triunfadores mientras caminan alegres por las calles de Sirte. Son simplemente las imágenes de los ganadores, que están escribiendo su historia y disfrutando de su triunfo. Libia es mucho más que eso y necesita de un esfuerzo colectivo lejos de las armas, que reúna en primer lugar a quienes en ese país vivan, y que aprendan a vivir con sus diferencias y limitaciones. Desde aquel “Día de cólera” en que murieron decenas de libios se ha derramado suficiente sangre. Que ella sirva para la conformación de la paz duradera y fecunda. El pueblo libio merece vivir en democracia, regido por los gobernantes que elija.
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