Paysandú, Lunes 31 de Octubre de 2011
Opinion | 30 Oct Por dos veces en una semana las alternativas en torno a la posible venida de parte de la colección de Carlos Blanco Fadol a Paysandú ha sido título principal de EL TELEGRAFO. Lamentablemente esos titulares no han sido del tenor que desearíamos sino por el contrario encabezan informaciones referidas a desencuentros entre el etnomusicólogo sanducero radicado en España y las autoridades municipales.
Antes de abordar la situación de referencia debemos realizar algunas precisiones que consideramos resultan absolutamente necesarias. En primer lugar debemos establecer que nos sentimos particularmente involucrados en el tema porque, cumpliendo con uno de los cometidos de esta publicación como lo es informar sobre logros y éxitos o fracasos de sanduceros en todo el mundo, fuimos quienes primero dimos a conocer en la región la valiosa obra de quien cuando se fue de esta ciudad era “Carlitos” Blanco.
En segundo término, reproducimos textualmente una afirmación del señor Blanco Fadol que publicáramos el pasado lunes 24 donde expresa: “Por eso ya no acepto propuestas de políticos (uno nunca sabe lo que hará el político que viene, no tengo garantías)” y nos vemos en la obligación de hacerle notar que si piensa continuar –como lo deseamos— con su interés de entregar parte de su colección a Paysandú, deberá tratar siempre con autoridades de origen político. Intendentes como el señor Julio Pintos o el señor Bertil Bentos, para nombrar sólo a los (actualmente) involucrados en este tema, ocupan ese cargo porque son políticos.
Ahora bien, dejando establecido lo anterior, encontramos que de la lectura de las afirmaciones realizadas tanto por el etnomusicólogo coterráneo como de las autoridades municipales involucradas directamente en el tema aparece una especie de incomunicación virtual. Blanco Fadol dice que no recibió ninguna propuesta concreta; la directora de Museos dice que le envió tres correos electrónicos. El músico estima que la profesora Burgueño le envió un ultimátum y la funcionaria establece que el mensaje indica, solicitando una respuesta, “de ser posible, no más allá de diez días”.
Seguramente no se hizo todo lo posible por parte de la Intendencia al procurar comunicarse sólo por correo electrónico. De hecho, no debe existir ninguna transacción, negociación o relación entre la Intendencia y cualquier otro organismo –llámese OPP, ministerio lo que fuere-- que se libre a la suerte de tan solo tres correos electrónicos muy espaciados en el tiempo, sin mediar palabra al menos por teléfono –el número particular de Blanco Fadol aparece en sus páginas en Internet, además que es conocido por EL TELEGRAFO--. Por otra parte, bien podría la directora de Museos haber visitado al etnomusicólogo en su viaje a España en febrero pasado, cuando estuvo en Sevilla en el marco de una pasantía del Ministerio de Educación y Cultura, a través del Proyecto de Sistema Nacional de Museos. Poco costaba a la Intendencia costearle un par de días extra de viaje para de esta forma aclarar los puntos que no estaban tan claros, y a la vez conocer in situ la obra del etnomusicólogo.
Pero hay que reconocer también que Blanco Fadol hizo poco por mejorar la comunicación al no responder directamente los mensajes que recibió.
Por otro lado, resulta preocupante que se sostenga que la idea era instalar la nueva muestra en las salas del Museo Histórico y que fuese realojado quien sabe dónde, algo que es a todas luces inaceptable sin un plan previo, porque no podemos bajo ningún concepto dejar que se archive en vaya a saber qué galpón la historia sanducera que tanto nos enorgullece. No es algo para tomar a la ligera.
Por otro lado, y esto resulta de particular importancia, se indicó que no existe ningún documento firmado entre el etnomusicólogo y la Intendencia Departamental, por lo que en los hechos habría un gran vacío legal o al menos una grosera desprolijidad en el manejo de todo este confuso proceso. Correspondería que las cosas se hagan dejando sentado claramente por escrito cuál es el aporte de cada parte, cómo se cuidará, con qué destino; en fin, de qué se está hablando.
Ante esta situación tan controvertible, las partes deben considerar individualmente si realmente desean, una donar una fracción de su colección para Paysandú y la otra si está dispuesta a recibirla en nombre de la comunidad sanducera.
Si así fuere –que sin dudas sería lo mejor para Paysandú--, no hay otra solución que actuar como seres racionales que somos y plantearnos los problemas frente a frente, cara a cara, y con las cartas sobre la mesa. Porque como sanduceros tenemos el deber de entendernos, tenemos la obligación de abrazarnos fraternalmente y realizar todos los esfuerzos posibles a favor de nuestro interés común: el Paysandú de todos.
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