Paysandú, Sábado 12 de Noviembre de 2011
Opinion | 08 Nov Enfrascados en los crónicos problemas del Mercosur, la situación en Argentina a la luz de recientes medidas de la administración de Cristina Fernández respecto al “corralito” de dólares y la gradual eliminación de subsidios, el Uruguay se vio sorprendido por un sacudón proveniente de Europa, desde que el presidente francés Nicolás Sarkozy ha denunciado urbi et orbi que Uruguay no solo integra la “selecta” nómina de “paraísos fiscales”, sino que corre el peligro de ser excluido de la comunidad internacional.
El juez absoluto en esta materia parece ser Francia, autoerigido en este caso por Sarkozy como exclusivo vigilante de la pureza del mercado financiero internacional, presuntamente amenazado por la libertad que ofrece Uruguay para la radicación de capitales especulativos.
Por supuesto, el mandatario no solo está mal asesorado –suponemos que no hace las cosas por cuenta propia en estos casos-- sino que ha encarado una jugada de distracción sobre las responsabilidades que están en juego en la crisis europea, que no tienen que ver precisamente con Uruguay ni con ningún país del “paraíso fiscal” que menciona, sino con décadas de gastar por encima de las posibilidades y nutriéndose de los recursos naturales del mundo en desarrollo.
Es igualmente desconcertante y por ahora un misterio cuales han sido las razones para que Sarkozy las emprenda gratuitamente contra Uruguay, aunque muchos creen que detrás de esta acusación está la mano de la Argentina, una hipótesis para nada improbable.
El mandatario galo ha perdido de vista que sucesivos gobiernos de nuestro país han adoptado medidas en sintonía con la búsqueda de la cooperación en materia de cooperación y transparencia financiera, así como combatir el trasiego de capitales ilícitos. Paradójicamente, incluso desde 2009 Uruguay tiene un tratado de intercambio de información financiera con Francia, por lo que mal puede argumentar el presidente francés su teoría de que Uruguay promueve este tipo de manejos.
Es realmente un simplismo mayúsculo que para intentar disimular tantos errores que han llevado a la crisis europea, se pretenda responsabilizar a paraísos fiscales en África y el Caribe del encierro por los ríos de dinero que se deben destinar para el rescate de Grecia y evitar el contagio a otros países en serio déficit de sus cuentas públicas.
Estas acusaciones de Sarkozy fueron difundidas en la reunión del G20, en que también participó la presidenta argentina, Cristina Fernández, y Brasil, lo que alienta fundadas sospechas de que bajo cuerda hay una “manija” del vecino país, que sigue presionando para que Uruguay le informe detalladamente sobre los capitales argentinos en nuestro territorio para cobrarles impuestos. Pero éstas son precisamente las inversiones huyen de la Argentina, sin dudas por sus propias políticas económicas –que para mantener un sistema que se cae por su peso, cada vez necesita más recursos que extrae de las empresas exportadoras-- más que por las ventajas que le pueda brindar Uruguay. De hecho esos capitales que expulsa el país de los Kirchner no solo generan trabajo y riqueza en nuestro país, sino que pagan impuestos como si fueran locales. Por lo tanto, difícilmente podemos decir que están en un “paraíso fiscal”; solo podemos decir que del otro lado del charco estarían mucho peor.
Claro, Sarkozy nos ha metido en una misma bolsa con ocho países africanos –al fin de cuentas para Europa todos los de por acá somos más o menos lo mismo-- y caribeños, pero se ha cuidado de poner la misma severidad respecto a Suiza y Liechtestein, dos estados de Europa, al igual que Mónaco, donde se refugian grandes capitales europeos para ponerse a salvo de la voracidad fiscal de gobiernos como los de Francia.
Tampoco le ha importado que Uruguay ha adoptado medidas en aras de dar transparencia en los movimientos internacionales de capitales y que haya flexibilizado sensiblemente hace poco el secreto bancario, otorgando mayores facultades a la Dirección General Impositiva (DGI), mientras al mismo tiempo se negocian acuerdos de intercambio de información con varios países.
Sin embargo en este tipo de “sanciones”, a la que el gobierno de Mujica ha contestado con el llamado a consultas de nuestro embajador en Francia, no se hace escuchar la voz “solidaria” de los grandes vecinos del Mercosur, es decir Brasil y Argentina, que están mucho más interesados en jugar en la cancha grande que en tener algún gesto hacia Uruguay, pese a que nuestro gobierno, como la administración anterior, se ha jugado por entero a la región y ha dejado de lado el recostarse a grandes potencias para tejer alianzas.
Ello nos ha dejado inermes en el escenario internacional, y denota una notoria falla en nuestra política exterior, que debería dejar de lado tantas “solidaridades” regionales y apuntar a políticas de Estado, que son las que trascienden los gobiernos y deberían marcar el derrotero en el relacionamiento internacional.
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