Paysandú, Lunes 14 de Noviembre de 2011

ESCRIBE EL DOCTOR RODOLFO CANABAL

El respeto que merece el poder judicial

Locales | 08 Nov Respeto mucho al Poder Judicial. Aprendí a respetarlo ya desde mi adolescencia, por haber nacido en un hogar cuyo padre ejercía con intensidad la profesión de abogado, y comentaba en el ámbito familiar ciertos aspectos de sus asuntos, que comprendían muchas materias, en buen porcentaje de índole penal; en las diarias reuniones aludía a aspectos importantes de sus tareas, de los asuntos, de los jueces, con gran respeto hacia la labor de los magistrados, aun cuando pudiera disentir con la definición de ciertos casos concretos. De esa fuente ya supe que en materia penal “defender no es justificar”, concepto hoy incorporado al “Código de Ética de la Abogacía Uruguaya”. Luego, como funcionario judicial, pude conocer muy bien, dado que ya era entonces estudiante de derecho, cuál es lo esencial y más trascendente de tal función, luego confirmado en más de cincuenta años de actividad forense, como profesional, y también a través de años de actividad como abogado asesor en la Procuraduría del Estado en lo Contencioso Administrativo. Por tanto, no es necesario explicar todo lo que he lamentado el reciente episodio que ha dado causa, nada menos, que al procesamiento de una magistrada por hechos graves en los que incurrió durante el lapso en que ejerció la judicatura penal, cuya ejecutoria, ya había determinado su ascenso para integrar el Tribunal de Apelaciones en lo Penal de 1er. Turno, y también la había llevado a desempeñar su segundo mandato en la presidencia de la Asociación de Magistrados del Uruguay.
Con respecto a tan desfavorable episodio debo señalar, en primer lugar, y muy favorablemente, todo lo que equivale que tal culminación de la etapa hasta ahora cumplida fuera advertida, analizada y culminada en proceso desenvuelto dentro del ámbito del Poder Judicial, y a que lo de ahí resultante indujera al juez que dispuso el procesamiento, titular del Juzgado especializado en crimen organizado, a expresar, según ha trascendido públicamente en “El País” del 3 de noviembre próximo pasado, que “esto significa que el sistema se auto sanea”, a lo cual agregó que ello “es bien importante”. Tan importante, agregamos, que corresponde destacarlo muy especialmente.
En segundo lugar corresponde también señalar que los ilícitos que se imputan en el caso a la magistrada procesada no se tiene memoria de que con anterioridad hayan sido cometidos por otros magistrados. Ello equivale a decir lo siguiente: si el hecho de que un juez incurra en un ilícito muy grave es algo que por su excepcionalidad puede ser calificado de insólito, en el caso ocurrente, además, tal excepcionalidad es más aguda aún, pues no se tiene memoria de que se haya incurrido en tal ilícito por ningún magistrado judicial.
Corresponde, por tanto, ante la gravedad del hecho, en primer término subrayar que su excepcionalidad indujo al ministro Dr. Daniel Gutiérrez a expresar que en cuarenta años de juez no vio una cosa igual, y además, por encima de todo, que la señalada circunstancia de haber el mismo sistema judicial comprobado el ilícito penal, y decidido procesar a quien admitió haber incurrido en el mismo, pone muy en claro que, en esencia, se está ante una responsabilidad de índole personal que, obviamente, no afecta, no obstante su gravedad, al sistema en su conjunto. Más aún: lo prestigia haber adoptado tal actitud y tal decisión. Como ha dicho el Presidente del Colegio de Abogados Dr. Jorge Abramo, “si bien es una noticia lamentable” no afecta el concepto generalizado que existe acerca de la honestidad de los magistrados, lo cual “es una distinción del Poder Judicial uruguayo en el ámbito latinoamericano”.
Por todo lo que se viene de exponer no se comparte que tan lamentable episodio, aún sobre la base de que su investigación recién comienza, arroje sombras sobre la honestidad del sistema judicial uruguayo en su conjunto, que es lo que prevalece, y comprueba la forma rápida, eficaz y severa en que el mismo sistema actuó a su respecto.
Limito a lo expuesto, por ser lo indispensable a su respecto, el comentario de un episodio tan lamentable, y pido disculpas por las referencias personales insertas.


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